Chispas en la hoguera

sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 14: La primera prueba


Nota de la autora ~> ¡HA LLEGADO LA PRIMERA PRUEBA! Este es un capítulo con mucha acción pero también con mucho sentimiento, en especial al final. Quiero dedicárselo a Sarah, porque era la que más ansiosa estaba por que llegase la prueba y bueno...por ciertas cosas Juliett que suceden en este capítulo. ¡Disfruta, Sarah!
*La Mayor Santa Anya: Las iglesias son denominadas Mayor o Menor.
Aviso que el capítulo es larguillo. ¡Besos!




Nunca se había visto tal magnitud de gente reunida en un mismo lugar.
El Coliseo parecía poder llegar a acoger a por lo menos todos los habitantes de dos de los cuatro reinos y las gradas estaban inundadas por una muchedumbre de hombres y mujeres gritando, levantándose, aplaudiendo y riendo, felices de ver su esperado espectáculo.
Cuanto más cerca de la arena se estuviera, mejor sería la visualización, así que en los puestos más altos se situaban las gentes de menos clase social, la mayoría campesinos a los que sus señores les habían otorgado el permiso de asistir o artesanos, entre los cuales se encontraban zapateros, herreros, sastres...
En los asientos del medio, estaban los otorgadores de beneficios, como comerciantes, mercaderes o banqueros y la baja nobleza, sobre todo condes y marqueses con sus respectivas familias.
Ya próximos al terreno, estaban los de la alta nobleza: duques, parientes de las familias reales, damas de compañía de las reinas, consejeros reales, predicadores supremos de la fe a los Dioses...
Justo en el medio de estas primeras gradas, estaban dos agrupaciones de asientos privilegiados que se separaban del resto. El primero era para los reyes y reinas y el segundo para los jueces. Estos últimos siempre eran cuatro, tantos como reinos: un rey o una reina, un príncipe o una princesa (en el caso de que fuera hija de la regente de Narendil o Arkiria, ya que si no fuera así no se permitiría que una mujer ocupara el puesto), el capitán de la guardia del reino en donde se celebraran las pruebas y un sacerdote.
Ese año los elegidos como jueces habían sido la reina Vitorea de Arkiria, el príncipe Rickard de Regardezt, el capitán Sheen Lubert y el clérigo Azam de la Mayor Santa Anya, proveniente de Narendil.
Cuando los diez equipos pasaron las puertas y el último de ellos se arrodilló ante los soberanos como saludo, los ojos de la reina jueza se juntaron con los de Scarlett hasta que esta apartó la mirada. El bullicio que creaban los espectadores se acalló cuando el rey Richard de Regardezt se puso en pie para tomar la palabra.
Quiero daros a todos la bienvenida a las Pruebas Guardianas. Este año se me ha otorgado el honor de ser el anfitrión elegido y tanto yo como todo el reino nos sentidos enormemente agradecidos por poder teneros aquí, a nuestros futuros protectores, a los cuáles me dirijo ahora—el monarca procedió a dejar de hablar hacia el público y enfocó su vista en ellos. Tenía unos gestos severos y serios, pero aportaba confianza y ánimo a los que serían probados—Habéis oído muchas cosas acerca de estas pruebas, incluso puede que estuvierais presentes en algunas, no obstante, permitidme un pequeño consejo: los desafíos varían con cada generación, así que no os guiéis por habladurías y rumores varios, solo un limitado grupo de personas sabe con certeza qué encontraréis y en qué momento. Ahora cedo la palabra al consejero real, que os explicará con más detalle la primera etapa de vuestro recorrido. Que la Diosa os ampare.
Los jóvenes, expectantes en la arena y petrificados como estatuas, escuchaban con una atención casi devota, rectos y con la cabeza erguida, como soldados esperando órdenes. Entonces el consejero, un hombre viejo y encorvado, tomó la palabra.
Como os habréis fijado, rodeando las arenas del Coliseo se encuentran siete puertas. Habéis entrado por una de ellas, la más grande, que ahora permanece cerrada, mas las que os deben importar en este momento son las seis restantes—mientras hablaba, los muchachos volteaban la cabeza para mirar a su alrededor y ver que, efectivamente, estaban rodeados por entradas, más que puertas, con una ligera forma redonda de las que se podía ver que salían unos barrotes en la parte superior, quizá un mecanismo para cerrarlas rápidamente—El modo de ganar esta prueba es sencillo: el equipo debe pasar por una de esas puertas, cualquiera. Sin embargo, atención ahora. Es obligatorio que todos los miembros del equipo, sin excepción alguna, crucen la puerta, ya que si no, se contará como fallida para el grupo entero. Bien. Por si no lo habíais notado, hay seis puertas, sí, pero...diez equipos. Cuando un equipo al completo logra pasar la línea que separa la arena de la puerta elegida, esta se cerrará, por lo tanto será imposible para los otros participantes intentar pasar por ahí. Puesto que no habrá tiempo, la prueba finaliza cuando seis equipos consiguen cruzar al otro lado. Los cuatro restantes que queden en la arena, serán eliminados y no podrán pasar a la siguiente fase.
La primera prueba no será mortal, así que cualquiera que cause la muerte a alguno de sus contrincantes, será expulsado para siempre y jamás podrá entrar en la Guardia, siendo, por supuesto, arrestado de por vida, excepto determinados casos puntuales, como accidentes, en los que serán los jueces quienes decidan la inocencia o culpabilidad del acusado. Tenéis a vuestra disposición, colgadas en las paredes aleatoriamente y esparcidas por el suelo, armas con las que defenderos de los otros concursantes...y de cualquier otra circunstancia que pueda surgir.
Al toque del cuerno, comenzará la prueba.
Buena suerte y que los Dioses os amparen.
Antes de que el buen señor acabara de explicarse, el público volvió a rugir de nuevo, emocionado y ansioso por ver el espectáculo. En cambio, los Guardianes parecían nerviosos.
¿A qué se ha referido con “cualquier otra circunstancia que pueda surgir”?—preguntó Scarlett a Julian en susurros.
Este se encogió de hombros, visiblemente tenso.
Ni idea. Oye, escúchame bien: nada más empezar, quiero que corras lo más deprisa que puedas hacia la puerta que tenemos detrás, ¿entendido? Nosotros iremos detrás de ti por si a alguien se le ocurre atacar o por el contrario, tenemos la puerta libre—ni si quiera la miraba, parecía absorto paseando la vista de un lado a otro, buscando algo.
Scarlett elevó ambas cejas, algo sorprendida.
Así no podré ayudaros, además, creo que es mejor que vayamos todos juntos. Pero tienes razón...¿cómo es posible que algunos equipos vayan a tener las puertas libres por pura coincidencia y otros no? ¡No sabemos qué están pensando el resto y sería injusto!
Julian le lanzó una mirada de reprimenda que decía “No terquees y haz lo que te digo”
La moza tiene razón, DuFrain—apuntó su otro compañero, Ruber—Esto es muy raro.
Callaos los dos ya, esto está a punto de empezar.
De repente, les llegó el grave sonido que solo se podría identificar como la llamada de un cuerno de Regardezt. Lejos de perder tiempo, los participantes echaron a correr como poseídos hacia una puerta concreta. Scarlett decidió hacer caso a Julian y corrió hacia la entrada que tenían detrás, con una distancia considerable de por medio. A pesar de lo que el chico hubiera planeado, María corrió a su lado y si no fuera por la velocidad que llevaban, juraría que le había guiñado un ojo. Ruber se había quedado algo atrás para ir a recoger una maza tirada en el suelo y Julian las seguía sin quitarles la vista de encima.
Por desgracia para ellos, otro equipo se dirigía al mismo sitio.
Uno de los cuatro jóvenes enormes que los perseguían, cargado con una lanza, fue a por Ruber, quien recibió el ataque sin mucha sorpresa, conteniéndolo con facilidad. Los dos tenían una constitución física parecida, altos y corpulentos, así que sería un combate igualado.
Otros dos avanzaron hacia la puerta, intentando ganarles terreno a María y Scarlett, pero estas iban adelantadas, por lo que decidieron arremeter contra ellas. Para que no se tuvieran que parar a pelear y así retrasarse, Julian hizo un ademán ascendente con la mano, como si estuviera ordenándole a algo invisible que se levantase y acto seguido, un pequeño remolino barrió la arena de la zona, echando hacia atrás a los muchachos y cegándolos.
Ya les quedaba poco para llegar a la puerta, cuando escucharon un horrible rugido. María y Julian siguieron corriendo, pero Scarlett vio de reojo como un gigantesco tigre salía de una de las puertas a las que iba a entrar un equipo sin contrincante alguno para frenarlos. El animal era un coloso, no un tigre normal y corriente, por muy poco comunes que fueran ya de por sí.
¡María!—oyó gritar a Julian.
La pelirroja volvió a girar la cabeza, alarmada pensando que habían atacado a su amiga, cuando tuvo que reprimir un grito de sorpresa al ver que tenía el pie del chico que había quedado del otro equipo a escasos centímetros de su cara, en lo que iba a ser una dolorosa patada si María no la hubiera frenado con su muñeca, ahora algo enrojecida e hinchada por la parada. Entonces comprendió que Julian había gritado para avisar a la rubia de que parase el golpe que debería haberle llegado a ella. María agarró con las dos manos el tobillo del joven y lo lanzó por los aires, haciendo que cayera con un horrible ruido pocos metros más allá.
Iban a llegar por fin a la puerta, cuando de ella salió un gruñido que no deparaba nada bueno.
León...—dijo Scarlett en susurros.
¿Qué?—preguntó Julian, el cual por fin las había alcanzado. Ruber se había quedado algo atrás, aún luchando.
¡León!—repitió, esta vez gritando.
Sin esperar a que Julian lo comprendiera, agarró su mano y tiró de él. Este pareció entender la indirecta y corrió primero a su lado, mas después quiso tomar la delantera y guiarle él a ella.
El león iba a salir sí o sí, así que María había salido por patas también, para ir a ayudar a Ruber.
Julian la arrastró hasta una esquina de la arena, empujándola con vehemencia hacia una roca negra que serviría como escudo. Se tomó un momento para tomarla suavemente del rostro y obligarla a mirarlo a los ojos.
Volveré cuando tengamos una puerta libre. No te muevas hasta que vuelva a buscarte. Si viene alguien, grita y vendré corriendo a por ti, ¿vale?—parecía ansioso por que lo entendiera.
¡No puedo quedarme esperando sin más!—replicó Scarlett, más ansiosa aún—Somos un equipo, trabajemos juntos...
Julian simuló pensárselo un rato, hasta que finalmente negó con la cabeza.
<<¿Eso significa que no me ve como parte del equipo?>> se preguntó Scarlett con tristeza. Una tristeza que se disolvió en un segundo cuando vislumbró a un chico que blandía la empuñadura de una espada con la intención de propinarle un golpe en la espalda al Elementar.
Scarlett supo que no era momento para pensar en la mejor estrategia, así que hizo lo primero que se le ocurrió y arremetió contra él sin portar arma ninguna, solo con su propia fuerza y su deseo de proteger a Julian. El impulso los tiró a los dos al suelo y empezaron a forcejear para conseguir la espada. El chico la agarró de forma salvaje de la mandíbula y recogió el arma, sin embargo, Scarlett le mordió con todas sus ganas y este no pudo hacer más que soltarla y reaccionar por instinto, dejándola caer de nuevo. Ella aprovechó el momento para agarrarla y sin más miramientos, le estampó la hoja por la parte plana en el vientre, haciendo que el joven se encogiera de dolor, cayendo para retorcerse.
Julian la miraba bastante asombrado por la repentina muestra de ferocidad hasta que recobró la compostura y le obligó a agacharse tras la roca otra vez.
Quédate aquí—fue lo único que dijo antes de lanzarse contra otro equipo en solitario.
¡De nada!—le gritó Scarlett con rabia, apretando los puños.
Un poco más lejos, vio a Ruber salir vencedor de una pequeña pelea y encaminarse hacia una puerta libre, por la que antes de entrar, buscó al resto del equipo con la mirada, mas no encontró a ninguno a la vista. Dio dos pasos más y la prueba terminó para él. Había entrado.
Desde su posición podía ver todo con una buena perspectiva, así que también observó como Julian había encontrado a Ruber y volvía para buscarla.
Algunas puertas se cerraron de golpe. Debían haber conseguido entrar la mitad de los grupos ya.
Un grupo la había descubierto y se dirigían hacia ella sin buenas intenciones, así que Scarlett empezó a ponerse nerviosa. No tenía para defenderse más que una espada mellada y valor, un valor que parecía haberse disipado y que necesitaba volver a encontrar.
De repente, lo recordó. Sabía que podía recuperar fuerzas si veía algo de apoyo entre todo ese público que solo quería sangre y espectáculo. Buscó desesperada unos ojos azules como la tormenta entre las multitudes, pues sabía que solo necesitaba una sonrisa de lobo para infundirle las agallas que ahora mismo sentía tan perdidas.
Buscó, buscó y rebuscó, pero por más que encontró caras conocidas, ninguna era la de Kira.
<<Debe estar ahí. Me prometió que vendría>> se dijo, convencida.
Antes de que la atacaran, decidió levantarse pensando que aunque no lo viera, estaba en alguna parte, y salió del escondite, atacando a sus cuatro adversarios.
Cual fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con el hijo del general Walter, Strone.
El muchacho de ojos oscuros sonrió saboreando el momento y por un instante, Scarlett tuvo la esperanza de que les diría a sus compañeros que quería luchar él solo, mas no fue así.
Los golpes de los cuatro se presentaron rápido, todos ellos portando armas. A la muchacha le fue difícil contener la presión del grupo, pero hizo lo que pudo y a pesar de ir perdiendo terreno, los filos de las armas enemigas no consiguieron tocarle un pelo. Sabía que no debía dejar que vieran su miedo, así que aunque las piernas le temblaran y su corazón latiera desbocado, se mordió los labios y al recibir el primer golpe de un helado filo en el brazo, no gritó, si no que lo ignoró y arremetió contra el líder, Strone, que se apartó en el acto. Sin embargo, no se libró de un corte poco profundo en la mejilla que dejaría una interesante cicatriz.
Tú...—dijo Walter hijo, tocándose la carne cortada para descubrir que, en verdad, sangraba—Sucia plebeya...
Scarlett iba a responder, y no precisamente cómo lo haría una señorita, cuando la tierra empezó a temblar ante la carrera de una descomunal bestia de melenas doradas que se balanceaban con el viento: el león que había salido de la primera puerta.
El grupo de Strone se disipó al ver al animal y Scarlett intentó huir también, pues aunque en esos momentos se sintiera osada, no era tan tonta como para enfrentarse a semejante fiera ella sola.
Julian, bastante más lejos, vio a dónde se dirigía el león y distinguió su presa: una chica de cabellera roja. Él no podía ayudarla estando a tanta distancia, no obstante, vio como María casi había cruzado la puerta, así que, sabiendo que gritar de nada serviría, se metió los dedos entre los labios y emitió un largo silbido que ambos habían aprendido de pequeños gracias a Mark.
Se deshizo de unos contrincantes que lo estaban molestando y rezó porque María lo hubiera escuchado y reconocido.
En el momento en el que la pequeña chiquilla oyó la señal, frenó en seco y buscó a Julian con la mirada. Este se la devolvió y sin decirse nada más, María lo entendió todo.
Se forzó a sí misma hasta sus propios límites, hasta que sus piernas dolieron y sin si quiera mirar, recogió unas extensas cadenas rotas del suelo. Scarlett había conseguido darse un poco de ventaja respecto a su enorme perseguidor, pero la iba a alcanzar de un momento a otro.
María tuvo que pegar un salto para encaramarse a la cola del león de lo alto que este era y ni la notó, demasiado ocupado persiguiendo a su presa.
Escaló por su pelaje sin encontrar más oponente que la rapidez con la que se movía el animal y las turbulencias que eso suponía al estar justo sobre él. Necesitaba las dos manos para aguantar las cadenas y si no era ya una tarea ardua de por sí con ellas como apoyo...solo le quedaba confiar en su sentido del equilibrio.
Al estar de pie encima del grueso cuello del león, se dejó caer para sentarse como si fuera un simple caballo y lanzó las cadenas, sin soltarlas por los extremos, a modo de riendas. Cuando estas se hubieron cernido alrededor del pescuezo, las acortó con precisión, hasta que por fin la bestia notó su presencia y paró en seco, dándole tiempo a Scarlett de escapar y casi lanzando a la chiquilla que tenía encima al suelo. María se mantuvo firme subida encima y cerró sus dedos sobre las cadenas, sin poder evitar que una leve sonrisa de emoción asomara a sus labios.
El público se dio cuenta poco a poco de lo que pretendía hacer y estallaron en aplausos y gritos de euforia, levantándose y literalmente, volviéndose locos.
María, que en esos momentos debía parecer la más loca de todos, hizo una imitación de reverencia hacia las gradas, hasta les lanzó un beso, justo antes de que tres cosas pasaran a la vez.
La primera, sonó la cerradura de la cuarta puerta cerrándose. Solo quedaban dos salidas.
La segunda, vio a Scarlett detenerse, en vez de seguir corriendo hacia su puerta, para ayudar a Julian.
Y la tercera, el león comenzó a enfadarse.
Al principio se limitó a correr, lo cual no fue una gran ofensiva, pues por mucha velocidad que cogiera, su amazona se mantenía sobre él sin inmutarse. Al ver que esto no funcionaba, el animal se enfureció todavía más y elaboró otro tipo de técnica para liberarse.
Emprendió un endiablado galope pegándose cada vez más a las esquinas del Coliseo. Las gentes se encaramaron para poder tener una mejor visibilidad y vieron como el gran león empotraba su propio lomo contra una pared de piedra, aplastando a María.
Hubo unos cuantos gritos de horror que se disiparon al tiempo que la fiera era sacada a la fuerza de la pared con un fuerte tirón en el cuello, lo que la obligó a hacerse a un lado y apartarse.
Una desastrosa y dolorida rubita volvió al juego sangrando por la boca y la nariz, pero viva y con las suficientes fuerzas como para sacarse una flecha del carcaj que tenía colgado al hombro y clavársela en un costado al león. Este dio un bote al notar el dolor y volvió a salir corriendo, esta vez buscando una salida al ver que no era capaz de acabar con quien lo montaba.
La primera que encontró fue justamente la puerta donde ya estaba Ruber, esperándolos.
María elaboró una sonrisa llena de sangre un tanto grimosa pero cargada de alegría y se dejó llevar, preparada para saltar cuando ambos, bestia y humana, entraran.
Delante de ellos pudo ver a Julian, que luchaba contra uno de los últimos contrincantes y Scarlett, que quería hacerlo también, mas era echada hacia atrás constantemente por el Elementar del Viento, quien se empeñaba en apartarla de la pelea y protegerla.
María tuvo una repentina idea e hizo de nuevo la señal que les había enseñado Mark en su infancia, consiguiendo atraer la atención de Julian el tiempo suficiente para que supiera lo que pretendía hacer.
Cuando el león paso por donde se encontraban la pelirroja y el muchacho, María estiró su brazo con el carcaj ya sin flechas en la mano. Julian se agarró a eso y Scarlett se agarró a Julian.
Impulsados con un soplo de viento, subieron los dos sobre el coloso dorado.
Los espectadores parecían estar disfrutando más que nunca y apenas se podían entender entre ellos con los gritos que pegaban.
¿Cómo vamos a frenar?—preguntó Scarlett, rodeando a Julian por la cintura para no caerse.
No vamos a frenar—respondió María, riendo y escupiendo sangre a la vez.
¡Ahí está la puerta!—dijo Julian, señalando enfrente de ellos.
Scarlett buscó entre las gradas de nuevo, sin encontrar a quien quería y abrazó más fuerte a Julian, pensando que todo acabaría pronto.
De improviso, una flecha zumbó en el aire y se clavó en la pierna de Scarlett, perforando la piel y sacándole un grito agudo de dolor. Junto a la flecha había pegada una cuerda y la muchacha fue separada violentamente de Julian, que intentó cogerla de las manos, tarde.
La flecha, disparada desde una ballesta, la obligó a girar en el aire y un horroroso chasquido de algo rompiéndose rasgó el aire, salpicando de sangre la arena.
Scarlett, con la pierna atravesada, aterrizó en el suelo con un golpe sordo, mareada y sin apenas poder levantarse, con la piel ardiéndole. Alzó la cabeza para ver quién la había atacado de un modo tan preciso como cruel y se encontró justo con la persona que esperaba: Strone Walter.
El resto de su equipo ya había cruzado una de las dos puertas restantes y él podría hacer lo mismo, pero algo lo retenía allí con una estúpida sonrisa victoriosa.
Levántate, mujer. Tengo un regalo que devolverte—anunció, señalándose la mejilla.
Scarlett, que hacía su mejor esfuerzo por no perder la consciencia del dolor, buscó las fuerzas de donde no las había para erguirse y sorprendentemente, lo consiguió. No sabía la extraña razón que le impulsó a hacerlo, sin embargo, quiso desafiarlo.
S-si quieres...—murmuró, intentando no caerse—te hago otra a juego c-con esa...
Aprovechó el descuido de Strone al sorprenderse para alzar la hoja de su espada y propinar el golpe más fuerte que pudo, consiguiendo tan solo una ligera herida en su pierna, lo suficientemente dolorosa como para que soltara un chillido. Scarlett frunció el ceño, enfadada por no haber conseguido nada más.
Cómo voy a disfrutar haciendo esto...—murmuró el muchacho.
Alzó el puño y antes de perder el sentido por el golpe, Scarlett echó un último vistazo a las gradas y vio que la promesa se había roto. Ella caía y él no había estado allí.
Walter hijo le cruzó la cara con un puñetazo que le giró la cabeza y la tiró al suelo, en un pequeño charco de sangre que se había creado por la herida de su pierna.
Yo también voy a disfrutar haciendo esto.
El chico se giró para ver quién había hablado y recibió un puñetazo tan fuerte y con tanta rabia como el que él había dado. Notó un dolor que ascendía de su nariz al cerebro y se le emborronó la vista.
Si Scarlett hubiera estado consciente, habría visto como Julian la cogía en brazos y caminaba con ella apretada contra su pecho, hacia la puerta donde los esperaban María y Ruber.
Hemos ganado—susurró Julian contra su pelo.


                                                                             ***


El Consejo parecía estar más empeñado que nunca en no terminar la reunión. Kira ya había informado de que su misión había tenido un éxito a medias, pues aún desconocía el paradero del libro y no quería pasar ni un segundo más ahí. Tampoco podía largarse sin más, en la Alianza había ciertas normas que hasta él tenía que cumplir si no quería ser echado a la calle.
Caronte, uno de los centauros más venerados de la región, era conocido por alargarse en sus explicaciones, siempre llenas de enigmas y divagaciones.
Se pasó las manos por el pelo, una manía que había cogido en los últimos meses y suspiró imperceptiblemente, esperando que el anciano acabara su charla. Sintió como una presencia humana se le acercaba por atrás, pero la ignoró.
¿Por qué tan nervioso?—inquirió Anya.
Kira compuso una sonrisa lobuna, sin molestarse en mirarla.
Tu presencia me pone así, no puedo evitarlo.
Mentiroso.
Por obra de un milagro, el centauro acabó su charla. El híbrido se irguió, dio la vuelta y se encaminó hacia su montura, aliviado de haber terminado la tediosa reunión.
Te has vuelto impaciente, medio demonio—comentó Caronte, clavándole sus ojos de caballo.
Sí, impaciente. Y testarudo—repitió otro centauro.
Bueno—dijo Kira, girándose y mirándolos de reojo por encima de su hombro—Mientras no me vuelva más sanguinario creo que podréis soportarlo.
Caronte suspiró, como decepcionado.
Si vieras el futuro...quitarías sangre del presente.
Kira asintió sin darle mucha importancia las habladurías del viejo y subió ágilmente a Ecoh, sin apenas un ruido. El corcel negro abrió los ojos al notar el peso de su jinete encima y al escuchar las palabras que este le susurró al oído, emprendió el viaje de vuelta a galope tendido.
Desde Arkiria a Regardezt había un largo camino, pero con Ecoh era mucho más rápido y sencillo. Pasar por el Muro podría ser un problema, a no ser que ya estuviera recuperado (que lo estaba) y pudiera desaparecer y volver a aparecer al otro lado.
No tuvo problema para pasar con la teletransportación, aunque acabó algo cansado. Ese maldito hechizo consumía mucha energía.
Llegó al castillo al atardecer, apenas frenó a Ecoh bajó del caballo con él todavía en marcha. Esperaba que las pruebas aún no hubieran finalizado y tenía el corazón en un puño.
¿Habéis visto a Scarlett Chevalier?—preguntó a una criada.
¿Chevalier? ¡Oh, sí, mirad, sale ahora mismo!
Kira levantó la cabeza y su mirada se cruzó con la de ella. Sus ojos verdes se clavaron en los suyos transmitiéndole demasiadas cosas a la vez. Desconcertado, se acercó con una sonrisa que no recibió de vuelta.
María y Julian iban a su lado, cada uno de ellos con una mano entrelazada con las suyas, los tres juntos. La más pequeña reía feliz, diciendo algo para molestar al Elementar, el cual caía en la trampa y se enfadaba. Scarlett era la única que parecía ajena a todo eso, no había agachado la mirada, seguía fija en él, frunciendo el ceño. Pasó a su lado sin decir palabra y Kira esperó a que se soltara y fuera a hablar con él, a pedirle explicaciones, a...a cualquier cosa. Cualquier cosa sería mejor que su silencio.
¡Pelirroja!—dijo, agarrándola con suavidad del brazo.
Scarlett se tensó.
¿Estabas allí?—preguntó.
Kira quedó confundido, no esperaba una pregunta tan directa. De pronto se fijó mejor en ella: tenía la pierna muy herida, tan solo con unas vendas mal puestas y cortes recientes por todas partes. Quiso preguntarle qué había pasado exactamente, pero sintió que debía responderle primero.
No—volvió a intentar hacer que se girase y Julian soltó un bufido de indignación—No pude venir a tiempo...llegaré la próxima vez.
¿Qué ocurrió?—dijo Scarlett, girando tan solo la vista, lo suficiente para que Kira viera que aún tenía esperanza en que él le diera una buena excusa.
En ese momento, también se dio cuenta de que no podía excusarse. La Alianza era un secreto absoluto que no podía revelarle aún. Lo echarían y entonces todos los planes se arruinarían.
Sin embargo, quería contarle la verdad. Se moría por hacerlo. Estaba harto de las mentiras.
¿Y bien?—lo apresuró Julian.
Kira fue el primero en bajar la mirada esa vez. Apretó los puños y cuando volvió a levantarla, tenía una leve sonrisa y se encogía de hombros.
Lo siento. En realidad lo olvidé.
Yo no—susurró Scarlett, justo antes de soltarse de María y Julian e irse sola.
El Elementar miró con decepción como se marchaba y fue tras ella, antes parándose a decirle una última cosa.
¿Sabes qué es lo más gracioso de todo esto?
Sorpréndeme.
Pensé que era molesto que estuviera todo el tiempo buscándote entre los espectadores, pero...cuando llegó el momento de luchar y ni si quiera estabas allí como apoyo, se sintió realmente bien poder protegerla por una vez sin ti de por medio—estaba siendo tan sincero que hasta él mismo parecía sorprendido. El joven Guardián sonrió y soltó un suspiro, para luego encararlo, orgulloso—Espero que sigas siendo un cobarde, porque voy a pelear por ella. No te deprimas, te quedan el resto de mujeres del Submundo para ti.
¿Qué demonios...?—María también estaba con la boca abierta—Julian...¿a ti...Scarlett...de verdad?
Julian respondió a su compañera pero sin dejar de mirar al medio demonio a los ojos.
Sí. Estoy enamorado de Scarlett.



viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 13: La búsqueda de un libro


Nota de la autora ~> ¡Pequeño malentendido! Culpa mía. ¿Recordaís que Anya fue a la granja donde vivía Scarlett con la anciana? Pues esa granja está en Ozirian. En capítulos anteriores la situé en Regardezt sin querer por una confusión.
Recapitulemos: Scarlett vivía con la vieja Pania en una granja de Ozirian. Gales llegó con el comerciante de paja hace unos 2 capítulos creo, a esa misma granja, donde estaba Anya. En Ozirian. 
Así que Gales ahora está en Ozirian.
Bien, perdón por la confusión XD
¡Espero que os guste Submundianos!

E

l castillo era un hervidero de gente cuyo movimiento no cesaba ni un instante. Todos, desde el rey hasta los criados pasando por los pajes, se estaban preparando para ser el reino anfitrión de las Tres Pruebas, donde aspirantes de todos los reinos se reunirían para competir por el título de Guardián.

Cuarenta chicos, todos ellos procedentes de distintos reinos, andaban nerviosos de un lado a otro, entrenaban por última vez, intentaban relajarse, oraban a los Dioses o terminaban de formar sus equipos. Menos un grupo, los demás ya se habían decidido.
¿Por qué nadie quiere venir con nosotros?—se lamentaba María, mordiéndose las uñas sentada en un pequeño banquito del jardín trasero.
Julian, a su lado, leía un libro con las gafas puestas, ignorándola.
La chica, indignada al comprobar que su compañero no le hacía ni remoto caso, lo sacudió bruscamente por los hombros. Julian reaccionó mirándola por encima de las lentes y cerrando el libro, le dio un golpe con él en su mullida cabecita rubia.
Quizá no quieran estar con un incordio como tú.
Eso la ofendió y se dispuso a robarle el ancho tomo de lectura, pero el Elementar alzó el brazo, dejándolo fuera de su alcance. María rechinó los dientes al ver que era demasiado baja y se cruzó de brazos, enfurruñada y en silencio.
No fue hasta unos minutos después, en medio de su guerra por ver quién hablaba antes, que vieron entrar en el jardín a Scarlett y Kira, hablando entre ellos.
María se dispuso a salir corriendo en su dirección, mas Julian la paró antes de que la vieran.
Quieta, vamos a ver si mis prácticas sirven de algo...
Arrancó una hoja del libro, una de las del final, en blanco y la dobló habilidosamente hasta crear un barco de papel. Sopló sobre él y murmuró unas palabras.
Signaler votre vol
El diminuto navío emprendió el vuelo, cruzando el aire con torpeza hasta llegar a un arbusto cercano a la pareja y detenerse. María y Julian vieron como los dos sonreían, Scarlett le preguntaba algo con aspecto intranquilo y Kira asientía, haciendo que ella se relajara en el acto. Luego, él marchaba y ella se quedaba quieta durante un breve espacio de tiempo, observándolo.
El barquito de papel, cumplida su misión, volvió a elevarse directo hacia su dueño y cayó como un gato manso en las manos de quien lo convocó. De él salió una especie de humo violeta que asciende, dejando salir unas voces.
Ahora deberías irte, dentro de unas horas empiezan las pruebas. Eh, ¿a qué viene esa cara?”
Oh...nada, solo estoy un poco...nerviosa.”
¿Acaso no es lo normal? Estoy seguro de que te acabarás divirtiendo pateándoles el culo como es debido. Tengo que marcharme...”
¡Una última cosa! ¿Vas a estar allí, entre el público?”
No me lo perdería por nada del mundo. Te prometo que estaré ahí.”
Scarlett se giró y comenzó a andar hacia ellos, por lo que María murmuró en bajo para que no pudiera oírla.
Julian.
¿Uhm?
Cotilla.
El libro volvió a caer raudo y veloz sobre la cabeza de la rubita. Cuando la joven llegó hasta donde se encontraban, los dos elevaron las comisuras de sus labios a la vez en una sonrisa que pretendía ser inocente y encantadora. Por supuesto, no funcionó.
Scarlett los analizó de arriba a abajo, arqueando una ceja con curiosidad.
¿Qué tramáis vosotros dos?—dijo. Al no recibir respuesta, suspiró y lo pasó por alto—Seguimos sin tener un cuarto integrante y nos queda poco tiempo para conseguirlo...Walter hijo no para de recordármelo. Parece que le encanta hurgar en las heridas.
Lo único que le quedará para hurgar cuando acaben las pruebas será el suelo que le haremos besar—comentó María alegremente.
Scarlett la miró extrañada.
¿Cómo puedes estar tan relajada?—viró la vista hacia Julian, que observaba el cielo como si no tuviera ninguna preocupación—¿Soy la única que está nerviosa o qué? ¡También son vuestras primeras pruebas!
Pero tenemos a dos Elementar y a una encantadora rubita, ¿quién se resiste a nuestro fabuloso trío?—respondió con simpleza, encogiéndose de hombros.
Tienes razón—apoyó Julian para sorpresa de las dos chicas—A pesar de la gran farsa con lo de encantadora, realmente nosotros dos tenemos el potencial para ganar.
¡Eso!—una gran sonrisa se extendió por el rostro de María, hasta que poco a poco se fue ensombreciendo—Espera, ¿qué has querido decir con...? DuFrain, hoy te veo con más ganas de morir que habitualmente.
Scarlett no pudo más que rendirse con esos dos tercos en potencia y marcharse sigilosamente mientras empezaban una discusión a grandes voces. Llevaba todo el día de un lado para otro, igual que todos en la ciudad y tenía los nervios a flor de piel. Le gustaría conocer el truco que tenían sus compañeros para poseer semejante confianza en sí mismos, pero suponía que Julian confiaba en sus poderes con el viento y María solo podía ganar, por la presión que ejercía en ella su familia. Si perdía, quizá le sucedería lo mismo que en un pasado le ocurrió a Mark: sufrir la marginación de los Geneviev, una de las familias fundadoras por no haber llegado al mínimo que se le exige a cualquiera con sangre Guardiana y la marca de la media luna en el hombro.
<<Al menos yo no puedo decepcionar a nadie>> pensaba, y sin embargo, eso no la reconfortó en absoluto. Sí que tenía a gente a la que decepcionar, tenía una especie de familia extraña sin lazos de sangre construida a lo largo de casi seis meses. Medio año en el que de alguna forma había tenido dos mentores, una hermana pequeña y dos chicos que a veces actuaban como hermanos y otras como las dos personas a las que más aprecio profesaba en su vida actual.
Mientras paseaba hasta salir de los jardines y entrar casi sin darse cuenta al castillo, una sensación cálida al mismo tiempo que ansiosa le recorría el cuerpo. Cuando llegó a las puertas de la biblioteca bautizada como San Inary, tuvo la certeza de lo que quería.
<<Haré que se sientan orgullosos. Porque ahora son mi familia y no tengo pensado defraudarlos>> decidió, sumergiéndose entre las infinitas estanterías para comenzar de nuevo la búsqueda con la que llevaban un mes.
Un método para matar al demonio más poderoso de todos los tiempos.


                                                                             ***

Kira notó la mirada de la pelirroja clavada en su espalda hasta dar la vuelta en una esquina y dirigirse a los establos. Tenía unas pocas horas para cumplir el cometido que le habían asignado. La verdad era que estaba bastante sorprendido, ni se le pasaba por la cabeza que ellos pudieran tener tanta información recopilada tras años de búsqueda y planificación.
Aunque en parte le veía la lógica: él había estado durante demasiado tiempo a las órdenes del Supremo hasta que empleó lo que quedaba de su inmortal vida a encontrar una forma de aniquilarlo, cosa que por ahora, le resultaba imposible.
Chasqueó la lengua disgustado y ensilló a Ecoh. Este se dejó hacer con actitud tranquila hasta que Kira le puso la cabezada y haciendo apoyo en el estribo izquierdo, subió encima.
Salió directamente al galope de la cuadra esquivando a la multitud que se aglomeraba por cada rincón y que al ver a su imponente montura, se apartaban con temor a ser arrollados. Las puertas delanteras del castillo estaban abiertas para dar paso a los campesinos que iban a pagar con sus cosechas los impuestos o nobleza dedicada a entusiasmarse por las cercanas pruebas. Pasó con rapidez sin dejar tiempo a que los centinelas que vigilaban pudieran preguntar a dónde iba y emprendió el viaje hacia Ozirian.
Cuando los caminos se fueron haciendo cada vez más estrechos sin ni un alma recorriéndolos y el bosque que cercaba la capital de Regardezt pareció más cercano, Kira susurró al oído de su caballo y él empezó a aumentar el tranco de sus pisadas, triplicando la velocidad. Pronto los dos estuvieron internos en la frondosidad, pasada apenas una hora.
El bosque era amplio y tupido por lo que la única luz que dejaba pasar era la que reflejaba el sol al introducirse por los huecos entre hoja y hoja. Así, el suelo estaba iluminado en su justa medida para pasar desapercibido si se quería y continuar viendo la dirección en la que ibas.
Kira recordaba la ruta que debía seguir, después de trescientos años vagando por el Submundo, todos sus valles y sendas eran conocidas como la palma de su mano. Había visto los Cuatro Reinos de arriba a abajo llegando a inspeccionar zonas que ni los monarcas conocían pues estaban infestadas de entes en estado salvaje, criaturas primitivas y muy agresivas.
El silencio de una tarde primaveral lo acompañó durante un buen trecho, hasta que cayó en la cuenta de que en un lugar como aquel, una tarde soleada de primavera, silencio es lo que menos debería haber. Cerró los ojos un instante, dejando que Ecoh fuera el guía y se concentró en sentir los cuerpos vivos que lo rodeaban.
Los pájaros se habían ido, los animales de tierra estaban escondidos y quietos en sus madrigueras y los pequeños depredadores de la zona se mantenían alejados, temerosos de algo.
Abrió los ojos y alentó al animal a incrementar el galope.
Lo estaban siguiendo.
<<Demonios rastreadores>> pensó, sin volver la vista hacia atrás <<Al parecer no solo son los ciudadanos de Regardezt los que parecen brotar del suelo...los diablos están agrupándose...y siguen órdenes>>
Sus perseguidores eran rápidos, quizá tres o cuatro y pretendían que su presencia no fuera visible. Pero ni eran tan veloces como Ecoh, ni Kira tan ciego para no verlos. Aún así, el tiempo en el que podía ser temerario y divertirse con cualquier adversario jugando con él antes de terminarlo había acabado, ahora debía actuar con raciocinio y ser muy prudente.
Reflexionó durante un minuto: podía llevarles bastante ventaja pero no conseguiría despistarlos.
Cogió ambas riendas con la mano derecha y quitando el guante negro de la izquierda, invocó una pequeña llama de fuego verde que crepitó débilmente en su mano hasta que echó un soplo sobre ella, murmurando en demoníaco.
Émavell, avell, émavell...
Súbitamente, la llama creció hasta rodearlos por completo y tan rápido como se había elevado, desapareció y con ella, el jinete y su montura.

Reapareció en medio de un campo de cultivos aún montado en Ecoh, que bufó enfadado por el repentino mareo que producía en cualquiera que no fuera uno de su especie o poseedor de magia las transportaciones. Aunque Ecoh era un animal nacido en el Inframundo, seguía siendo un animal y no lo llevaba con tanta naturalidad como él.
A pesar de que se encontrara perfectamente, podía notar como las fuerzas lo abandonaban para dar paso a la ligera debilidad en la que queda cualquier demonio después de una transportación.
Analizó el entorno.
Se hallaba en el campo, al lado de un pequeño huerto propiedad de una granja de donde se podía ver el humo salir de la chimenea. Le hizo señas al caballo para que lo esperara y avanzó hasta la puerta de crujiente madera mellada por los años. Tocó varias veces.
¡Va, va!—gritó una voz cascada desde dentro.
Se oyó como iba abriendo los múltiples pestillos hasta lograr abrirla. Apareció una anciana de corta estatura, llena de marcadas arrugas en una expresión de hostilidad y cansancio. Se rehízo torpemente el moño de pelo canoso y limpió las manos en su delantal.
¿Quién sois?—preguntó, desconfiada.
Un viajero extraviado, señora. No busco cobijo, solo un poco de agua y un mendrugo de pan para calmar mi sed y recuperar fuerzas—le sonrió con simpleza, poniendo cara ingenua.
Seguía mirándolo con recelo, mas terminó por dejarlo pasar.
Kira entró y nada más poner un pie en la casa tuvo por certeza que la información que le habían dado sobre el lugar y su principal habitante era verdad. Inspeccionó sus alrededores, encontrando lo que era habitual en una casa de campo: un sitio de espacio reducido, lleno de cestas de hortalizas y frutas, con poca carne en la cocina debido a su precio y madera vieja, pero buena, en los muebles. La chimenea estaba encendida aunque no hiciera frío, quizá debido a que la edad de la anciana le hubiera ocasionado varias enfermedades.
<<¿O no es eso lo que cualquiera creería?>>dijo para sí mismo.
Aquí tenéis pan y un buen trozo de queso, ahora traigo el agua—rosmó, metiendo las narices en una alacena para llegar hasta los vasos—Vienen muchos viajeros perdidos últimamente.
Eso tomó por sorpresa a Kira.
¿Ah, sí? ¿Y quiénes?
Un tipo—respondió secamente, dándole el vaso de agua. Kira comió un trozo de queso y alzó el vaso, sin apartar la mirada de ella—Era alto y educado.
Resignado por tan poca información, se centró en beber y cuando acabó lo dejó sobre la mesa. Iba a levantarse cuando se fijó un poco mejor. El vaso tenía tres líneas onduladas unas encima de otras formando lo que parecían olas.
<<La marca de Unda, Diosa del Agua...¿qué diantres?>>
¿Sabéis? En realidad busco algo, un libro—comentó sosegadamente como si le diera poca importancia—Es un libro muy especial, habla sobre Dioses y mitos.
Hay muchos libros así y en esta casa ninguno, puesto que no sé leer—contestó la vieja.
Kira clavó los ojos en los suyos, con una sonrisa de lobo extendiéndose poco a poco.
Como ya he dicho, este es especial. Creo que lo tenéis vos y si no, sabéis su paradero. Hay un mito en concreto que habla de la forja de una espada con unas propiedades muy interesantes. ¿Lo recodáis ya, tal vez?—la anciana parecía un tanto más nerviosa que antes, pero se mantenía firme. Negó. Kira suspiró—Supongo que no me has entendido. He dicho que quiero ese libro.
Pues buscad en una biblioteca—respondió, dándole la espalda y ocultando las manos.
El híbrido tuvo un mal presentimiento y desenvainó las dos espadas que pararon a tiempo un cuchillo de carnicero el cual le iba directo al pescuezo.
Me alegro de que empieces a dar la cara—ronroneó, acercándose con la lentitud de un felino que acecha a su presa—¿Así que Norian mandó a un demonio inferior para tener controlada a la pequeña pelirroja desde su más dulce infancia? Qué enternecedor.
La anciana le devolvió la sonrisa, ensanchándose tanto que casi parecía que iba a salírsele de la piel.
Lamento decirte que soy de un nivel superior, engendro.
Kira alzó las cejas algo impresionado y luego soltó una carcajada.
Bien. Intenta no aburrirme.


                                                                                      ***


¡Vamos, vamos, vamos! ¿¡Qué diablos haces, Yaren!? ¡Vuelve ahora mismo con tu equipo maldito descerebrado! ¡Quedan diez minutos, ni uno más así que como vea que falta alguien, cuando lo encuentre va directo a la picota!
El general Walter parecía estar de peor humor que nunca y lo único que conseguía era poner más nerviosos de lo que ya estaban a los aspirantes a Guardianes. Los grupos se encontraban oficialmente formados menos uno y todos estaban presentes, delante de la descomunal puerta de entrada para los jugadores del Coliseo, menos una persona.
¡Eh, vosotros! ¡Geneviev, DuFrain, os estoy hablando!—María dio un brinco sobresaltada y ambos se giraron para atender a Septimus Walter—¿Dónde está Chevalier? ¿Se ha perdido o es que no tiene valor suficiente?
¡Solo está...ausente por ahora!—protestó María, aunque en realidad no tenía ni idea del paradero de su amiga.
Vendrá pronto—prometió Julian.
Más le vale.

Scarlett no estaba muy lejos de allí. Había escapado de la multitud, pues nunca le gustaron las grandes muchedumbres y había encontrado una sala entre las muchas del Coliseo, el lugar público donde celebraban los espectáculos en cada reino. Solo las personas de clase alta podían entrar, pero aún así muchos plebeyos curiosos se juntaban en la entrada para poder vislumbrar aunque fuera a los aspirantes antes de sus pruebas. Eso solo la incomodaba más y a esas horas, con tan poco tiempo por delante, ya tenía un horrible nudo en el estómago a causa de la tensión.
Quería poder decirles a todos que lo pararan, que no quería continuar con esa locura. Salir ahí, delante de todas esas personas que aplaudirían o abuchearían como si fuera lo último que hacer en esta vida, con todos los ojos fijos en ella...cada vez que lo pensaba el nudo del estómago le pegaba un puñetazo con toda la mala intención.
La sala en la que se encontraba estaba vacía, absolutamente vacía. Estaba sentada en el frío suelo de una esquina pensando que tenía que marcharse ya o llegaría tarde.
De repente, la puerta se abrió, sobresaltándola.
¿Scarlett?—preguntó una voz conocida.
Su primer impulso fue levantarse como un resorte.
¿¡Sí!?—contestó, más alto de lo que pretendía.
¿Un ataque de pánico?—dijo Chelsea entrando y mirándola. Su mirada no mostraba crítica, pero tampoco compasión. Simplemente...era como si la comprendiera.
No, solo son los nervios—se dio dos palmadas en las mejillas para espabilarse—Saldré ahí ahora mismo, no te preocupes.
Chelsea miró afuera y cerró la puerta, yendo hasta ella. Cogió un poco de aire y empezó a hablar.
Escúchame bien porque lo que te voy que decir es importante—Scarlett asintió, toda oídos—Tú no eres inferior, ni superior a cualquiera de los cuarenta que entraréis hoy a la arena. Sois todos iguales. Sé que piensas que te superan en fuerza física, velocidad, resistencia y habilidad con las armas y tienes razón. Sin embargo, esas no son las cualidades que definen a un buen Guardián. ¿Sabes nuestro lema, verdad?
Honor, valor, lealtad—recitó Scarlett.
Exacto. Creo que con el tiempo que hemos pasado juntas, me puedo permitir decir que conseguí conocerte bastante bien. No sé tú, pero yo he conocido a una chica valiente, honorable y leal.
Scarlett se ruborizó y apartó la mirada, frunciendo el ceño.
Una chica valiente...—repitió, con ironía para sí misma al recordarse que estaba allí dentro aún.
Chelsea frunció el ceño y le agarró las mejillas estirándolas hasta que llegó a ser un tanto doloroso. Scarlett puso una mueca de dolor y luego rió.
Hay algo muy infravalorado en nuestra sociedad, hasta tú lo menosprecias. Se llama bondad. Un Guardián necesita ciertas actitudes físicas, por supuesto, pero lo que lo hace pertenecer verdaderamente a la Guardia en sí, como se creó hace casi tres siglos, es su capacidad de sentir compasión—Scarlett alzó las cejas, extrañada, preguntándose de qué le serviría la compasión contra una espada—La compasión no se muestra solo internándote en un convento y ayudando a los necesitados. La compasión de la Guardia  se muestra luchando día a día por aquellos que lo necesitan. Nuestro mayor deber es proteger. Te pueden decir que proteges principalmente a tu rey, pero no los escuches, si sientes que eres un Guardián, estás protegiendo a todo el Submundo. Muchos salen ahí fuera para ganar fama, porque su familia le obliga o porque no saben qué más hacer con su vida. Cuando salgas, quiero que pienses en cómo te sentiste en la Ceremonia de cacería. No pienses en que si ganas conseguirás un título. Piensa en que si ganas, conseguirás cambiar las cosas. Puede que no tengas el poder de una reina, pero muchos granitos de arena pueden formar una montaña.
Scarlett  se había quedado tan atónita ante las palabras de Chelsea que ni había pestañeado. Esta se dio cuenta de que era mucha información para procesar y le dio un empujón cariñoso hacia la puerta.
Y ahora, venga, ¡corre!
La pelirroja sonrió a Chelsea con una mirada que lo decía todo sin palabras y salió corriendo hacia la entrada del Coliseo. Cuando llegó ya se escuchaba el clamor de la música fuera y los gritos entusiasmados del público, impacientes porque salieran los participantes. María casi se desmaya del alivio al verla llegar.
¡¿Dónde estabas?!—gritó, abrazándola.
No importa—contestó Scarlett, apartándola con suavidad—Lo importante es que ya estoy aquí. ¿Habéis visto a Kira?
No—respondió María—Supongo que ya estará entre el público. ¡Por cierto, mira quién se ha unido a nosotros a última hora.
Un chico alto de pelo cobrizo la saludó.
¿Ruber?—dijo Scarlett—¿No estabas en el equipo de Strone?
Sí, estaba—dijo Ruber sonriendo.
Julian la miró con un toque misterioso y arrugó el entrecejo.
Al parecer uno de nuestros salvator ya nos ha hecho un primer favor.
¡Están abriendo las puertas!—chilló María.
Su equipo era el último de la fila, así que fueron viendo como entraban los de delante mientras la luz del estadio y los aplausos del gentío resonaban en sus tímpanos. Cuando llegó su turno, Scarlett, María y Julian se miraron entre sí.
Dieron un paso adelante y entraron en la arena.


                                                                               ***


Kira escupió sangre una última vez y se limpió con la manga de su abrigo que apenas varió de color debido a su tonalidad negra. El demonio que poseía a la anciana no había mentido: era un superior y le había dado bastante guerra. Había perdido la noción del tiempo en la pelea y toda la cocina de la granja estaba desordenada, con el suelo lleno de sangre oscura y un cadáver degollado encima de las primeras escaleras.
Subió al segundo piso, comprobando habitación por habitación buscando algún indicio del paradero del libro o el libro en sí. Nada. Lo único que percibió fue un ligero rastro que había dejado el olor de Scarlett tiempo atrás. Se quedó un rato en esa estancia, maravillado por lo que le agradaba el aroma a fresas, fuego y leña seca.
Se llevó la mano a las costillas, dolorido y se mordió el labio inferior, molesto. No podía volver a transportarse hasta Regardezt en esas condiciones, en unas horas se curaría, pero para aquel entonces no llegaría a tiempo...
Según bajaba de nuevo por donde había subido, iba dejando salir de las palmas de sus manos llamas que lo devoraban todo a su paso. Salió de la casa, liberó a los animales de los establos, pocilgas y gallineros, convocó un fuego más grande que los anteriores y lo lanzó contra la entrada de la granja. El humo siguió ascendiendo y con él las llamas.
Soltó una maldición y se centró en caminar hasta Ecoh, que lo esperaba fielmente tumbado en la hierba. Primero tenía que informar de que había cumplido la misión, o al menos parte de ella.