Chispas en la hoguera

lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo 1: El Muro

Nota de la autora ~> Capítulo dedicado a Ana, como regalo atrasado de cumpleaños y porque en este capítulo hace aparición el personaje basado en ella ^_^ ¡Felicidades quinceañera!
Quería preguntaros a todos/as si os es cómodo de leer los capítulos (la letra, el fondo, etc...) ¿Necesitáis que cambie algo? Y otra cosa: ¿Este capítulo os pareció muy largo? ¿Queréis que los próximos sean más cortos?
Os adoro ^_^


¡Es casi tan grandioso como recordaba!—exclamó la muchacha rubia, llena de frenesí.

En su mirada podía percibirse un atisbo de tristeza, que estaba oculto bajo una sonrisa en sus labios rojizos. Cuando el carruaje tropezó con una piedra del camino, dio un bote del susto y metió la cabeza aprisa en él. La otra muchacha con la que compartía el asiento estaba callada, apoyando la barbilla sobre su mano y a su vez, el codo sobre la ventana. Le dedicó una sonrisa sin poder evitar que en parte, fuera compasiva.
Tan solo habían pasado tres semanas desde la pérdida de su primo, y llevaban cuatro días viajando por Ozirian. Apenas acababan de llegar a una de las grandes maravillas del Submundo; el Muro.
Aunque aún llorara por las noches y fuera extraño el día en el que no tuviera pesadillas, María llevaba con sorprendente dignidad la muerte de Mark. Puede que lo peor de todo fuera lo que le estaban ocultando, lo que a la otra chica le resultaba difícil de no contarle. Habían salido de Ozirian no solo por la idea de buscar las respuestas a las preguntas que se les habían ido formulando y que en esos momentos tantos quebraderos de cabeza les daban. También querían alejar a la pequeña María de un acto que no debería tener que soportar ver, pero que si se quedaba allí, su deber le obligaría a presenciarlo.
La ejecución de Renela Geneviev por sus crímenes. Traición, encubrimiento, espionaje y asesinato de un miembro de su familia. Porque no era cualquier familia. Los Geneviev fueron una de las cuatro familias fundadoras de la Orden de los Guardianes y por lo tanto, tenían una gran importancia, tanto en el ámbito histórico como en el de poder.

El carruaje paró de sopetón justo un instante antes de que el líder de los Guardianes asomara la cabeza por la puerta y saludara a las chicas y al muchacho que dormía roncando de una forma tan extraña, que casi parecía que ronroneara.

Pararemos aquí por ahora.—anunció abriéndoles la puerta para que salieran—Tengo que hablar con el Guardián del Muro, parece que ha habido un problema con unos rebeldes.

Eso último atrajo la atención de Scarlett. Miró a Dáranir con sus ojos verdes, curiosa.

¿Rebeldes?—preguntó.

Dáranir pareció percibir su repentina curiosidad, pero no le dio más detalles.

Nada importante. Vamos, salid. Debéis estar aburridas de estar ahí dentro tanto tiempo.
¿Lo despierto?—dijo María mirando al pelinegro que dormitaba tranquilamente—Oh, mejor no. Es tan adorable cuando duerme...

El capitán de los Guardianes puso los ojos en blanco y se fue sin decir nada más.
La chica de melena roja observó a Kira con curiosidad. Desde luego, la palabra para definirlo no podría ser adorable. Incluso plenamente dormido, mantenía una sonrisa de suficiencia, como si supiera que lo estaban alabando y sus extravagantes ronquidos suaves y felinos advertían de que si te acercabas mucho, sacaría las garras.

María, creo que será mejor que vayamos saliendo tú y yo.—de pronto se le ocurrió una oferta que su amiga no podría rechazar—¿Te apetece tomar un pastelito de frambuesa?
¡Cielos, pues claro!—su cara se iluminó—¿¡Tenemos pastelitos de frambuesa!?
Claro que sí.

Lo único malo de que Scarlett no hubiera mirado por la ventana durante la parte del trayecto en la que se aproximaban al Muro, es que al salir a pie del vehículo la gigantesca construcción la dejó sin aliento. Era muchísimo más grande de lo que había imaginado. Un muro de piedra terracota se alargaba hacia este y leste sin que pudieras ver su final y recorría las alturas de tal forma que tenías que forzar el cuello para intentar ver dónde los soldados se mantenían vigilando en sus puestos.

Mientras María casi torturaba a uno de los lacayos para que le dijera dónde estaban los pasteles, Scarlett continuó andando despistada sin mirar hacia delante y chocó de golpe contra algo duro. Elevó de nuevo la vista y se encontró con unos ojos castaños que la escrutaban enfurecidos.

Mira por dónde vas.—gruñó Julian, apartándola de un empujón y siguiendo su camino.

Scarlett suspiró con tristeza. Desde luego, el Elementar del Viento se lo había tomado muchísimo peor que la pequeña rubita.
En el Muro había puertas enormes de madera antigua; la única entrada. Dáranir entró por una de ellas y se perdió en el interior. Fuera, había un grupo de personas que estaban armando un gran jaleo. Scarlett se acercó a mirar.

¡Malditos desgraciados! ¡Algún día pagaréis todo el daño que habéis hecho, los Dioses no olvidan!—gritó un elfo de media melena castaña y orejas largas y puntiagudas.

Iba a continuar con sus protestas, mas un brutal golpe con el pomo de una espada en el vientre lo calló sin previo aviso. El elfo escupió sangre y empezó a debatirse contra los soldados que querían llevárselo. Él gritaba furioso y cuando más alzaba la voz, más fuerte le caían los golpes.
Scarlett corrió hacia ellos sin pensar y posó una mano firmemente en el hombro de uno de los soldados. Su armadura plateada reflejaba el sol.

¡Esperad! ¡No le hagáis daño!—suplicó. Miró al guardia y este le devolvió la mirada, frunciendo el entrecejo—Soy una Guardiana, yo me encargo.

<<¿Qué narices estoy haciendo?>>

El hombre la miró con cierta desconfianza hasta que Scarlett le enseñó la marca de la media luna en su hombro. Se frotó el bigote pensativo y dio una orden a su compañero, que lo soltó y se lo acercó.

Voy a sacarte de aquí.—susurró la muchacha lo más bajo que pudo. Los ojos negros del elfo la observaban fijamente, con frialdad.
Guardiana.—por el tono que usó, Scarlett tuvo claro que para él era un insulto.
Sí, sí, lo sé, soy una maldita bastardea y lo pagaré caro.—le sonrió intentando que viera que estaba de su parte.—¿Estás atado?

Una cuerda se ceñía a sus muñecas, las cuales se encontraban rojizas por el forcejeo.
Cuando los guardias se hubieron ido, Scarlett sacó un cuchillo del cinturón y se dispuso a desatarlo, mas justo después de que la cuchilla pudiera rozar el cáñamo de las cuerdas y romperlas, el elfo le escupió en la cara ante la mirada anonadada de la chica. Se limpió la cara con la manga y miró más triste que enfadada al ente.

Te volverán a encerrar, pero cuando tengas una oportunidad podrás escapar.—pensó en prestarle el cuchillo, aunque quizá podría herir a alguien—Finge que sigues atado por ahora.

Los ojos negros de él la observaban con desconfianza y cierta curiosidad.

Te he escupido.—dijo arqueando una ceja—¿Por qué no estás encolerizada?
Estoy enfadada.—contestó Scarlett encogiéndose de hombros—Pero digamos que en cierto modo, me recuerdas a mí. Sé que es estar prisionero.
Seguro que sí.—comentó con ironía el elfo.
No te he pedido que me creas.—vio a Julian a lo lejos, mirándolos intranquilo, como decidiendo si intervenir o no—Solo te pido que no hagas daño a nadie cuando huyas.

Él bufó contrariado y justo en ese instante, vio una figura alta salir del carruaje. Sus ojos se entrecerraron y su boca quedó abierta. Scarlett se giró hacia el lugar donde estaba mirando instintivamente. No entendía muy bien la situación, pero cuando el elfo se puso a gritar incoherencias y blasfemias decidió que no había tiempo para pedir explicaciones.
Le lanzó una mirada de súplica al híbrido, que fue a paso tranquilo, con las manos tras la cabeza como si acabara de despertarse -probablemente sería así- y puso cara de póquer al ver al rebelde.

Tú. ¿¡Qué diablos haces con los Guardianes!?

Kira hizo una teatral mueca de disgusto.

Es esa chica, me capturó vilmente...¡me tiene esclavizado!—se llevo una mano a la frente, como secándose el sudor. Tanto Scarlett como el elfo pusieron los ojos en blanco—Por cierto, ¿qué haces con ella, Nadec?
¡TRAIDOR!—gritó él furioso, avanzando hacia Kira con intenciones de todo, menos buenas—Al fin y al cabo un demonio siempre será un demonio.

Scarlett miró a Kira sorprendida de que alguien conociera su naturaleza. <<Como si tú fueras la única...tonta>> pensó para sí.

Vaya, veo que aún sigues teniéndome aprecio, amigo.—los ojos del híbrido se volvieron un poco más oscuros al oír la palabra demonio.
Siempre supe que nos traicionarías. Aunque creía que sería con otro bando.—escupió Nadec, tranquilizándose un poco, mas sin perder la mirada de desprecio.
¿Con el bando de mi hermano, quieres decir?—Kira sonrió con tranquilidad mientras disfrutaba de la cara confusa de Scarlett, que no comprendía nada de la extraña situación—Me temo que planeo matarlo.
Te recuerdo que ya está muerto.
Oh...cierto, siempre se me olvida ese pequeño detalle.

Scarlett le dio un ligero pisotón a Kira. Estaba hablando de más.
Nadec los miró con desconfianza e iba a contestar cuando un guardia lo agarró del brazo y se lo llevó a rastras mediante forcejeos. El elfo de ojos negros estaba apunto de conseguir librarse, pero llegó otro soldado y le apuntó con una lanza al cuello. Resignado, se dejó llevar hacia dentro del Muro, en donde entraron por una pequeña puerta oscura.

¿Por qué crees que se lo llevan? ¿Y qué van a hacer con él?—preguntó Scarlett apretando un puño.
Van a extraerle el corazón con unas tenazas al rojo vivo. Es parte del ritual para que el Muro pueda seguir en pie, se necesita esencia de entes.—Kira bajó la mirada.
¿¡Qué!? ¡Dioses, no! ¡Tenemos que detenerlos!—gritó Scarlett alertada.

Cuando iba a salir disparada hacia el interior, la mano del híbrido la agarró. Tenía una ceja alzada y parecía realmente sorprendido. Sonrió divertido.

¿Te lo has tragado, pelirroja? ¡Eres más inocente de lo que pensé!

Scarlett enrojeció hasta la raíz del cabello, recogió su dignidad y se marchó con la cabeza bien alta, tras las sonoras carcajadas de Kira.

Idiota, idiota, idiota.—se giró y le echó la lengua de manera infantil.—¡Idiota!
¡Gracias, encanto!—contestó él con una sonrisa radiante.

Ella volvió a sonrojarse y aceleró el paso. No sabía muy bien hacia dónde iba, solo que quería despejarse un poco. Subió por las primeras escaleras que encontró, que daban al interior del Muro. Los dos soldados que estaban en la entrada la obligaron a enseñarles la marca de media luna.
Allí dentro todo era de piedra. Recorrió los pasillos rozando con la palma de la mano las paredes, encantada. Había un olor a nieve derretida incapaz de describir que la hacía sentir fuera de lugar, pero no era desagradable. Subió por otra escalera. De vez en cuando se cruzaba con algún hombre de armadura plateada que la miraba sorprendido y ella saludaba algo vergonzosa. Al cruzar por uno de los infinitos pasillos oscuros creyó ver a Dáranir discutiendo con un hombre de espesa barba negra, aunque quizá fuera su imaginación.
Los corredores estaban alumbrados por antorchas, ya que no había ventanas en ninguna parte. 

Scarlett descubrió que el Muro no era tan solo alto y largo, si no también ancho. Podía caminar durante diez minutos en fila recta hacia delante sin tener que cambiar de dirección.
De pronto, vio que una luz venía de alguna parte, hacia arriba. Caminó subiendo unas escaleras alargadas que parecían no acabar nunca. Ya había subido bastantes antes de aquellas, mas esas en concreto eran interminables. Molesta por tener que pararse a descansar, decidió subir la última tanda corriendo y al fin, llegó a su destino.
Una brisa de aire de mediodía la sobresaltó agradablemente. La luz del sol entró en sus pupilas y por un instante quedó deslumbrada. No se esperaba salir del Muro.
Miró a su alrededor, sorprendida y no se le ocurrió otra cosa mejor que girarse hacia atrás.
Tuvo que contener una exclamación del susto al verse en el borde de la gigantesca construcción, mirando como las personas que estaban abajo parecían mucho más pequeñas. El vértigo le vino antes de lo que pensaba y retrocedió violentamente, chocando con alguien y frenándose de golpe. Volvió a girarse y sonrió.

Hola. Siempre acabo chocando contigo. Pensé que estabas abajo.
La compañía del renacuajo y del imbécil bastardo no es de la que más disfruto.

Julian arqueó una ceja y se apartó de ella, mosqueado.
Scarlett miró al horizonte. Era un bonito día, la primavera quería echar ya al invierno y la nieve se encontraba prácticamente derretida. Con cautela, se acercó un poco al borde, sin arrimarse demasiado.

Wow...es precioso.—sus ojos brillaron de expectación. Mientras no se fijara en el suelo, el paisaje alrededor del Muro era verde en su mayoría, con campos de hierba libre y caminos de tierra para los carromatos. Incluso podías observar un pequeño riachuelo.—¿Alguna vez habías estado aquí?
Sí. Una vez, de pequeño.—Julian apoyó los codos en el borde y la muchacha se dio cuenta de que a pesar de ser delgado, era más alto que ella—Cuando salí de Narendil para ir a Ozirian.
¿Naciste en Narendil? ¿Y cómo es? ¿Qué tal es la reina?

Julian la miró fijamente.

Qué cotilla.
¿Pero me vas a responder?—dijo ella con una expresión divertida.
Cómo no.—suspiró y se cruzó de brazos—Sí, nací en Narendil. Es un reino de humanos, el más pequeño de los cuatro. No tiene mar y su clima suele ser cálido, aunque sin llegar a elevadas temperaturas. La reina Cala...bueno, si elegí servir al rey Tulio es por algo, ¿no crees?
¿No es una buena soberana?
No deberías juzgar así a la gente, sobre todo si son de la realeza.
Solo era una pregunta.—respondió Scarlett frunciendo el ceño.

Julian no contestó.
Un grito agudo les llegó desde abajo y ambos miraron a ver quién era el que gritaba. A pesar de que ya lo sabían de antemano. Una voz así se reconocía.

¿Qué diablos está haciendo el renacuajo chillón ahora?—gruñó Julian.

María estaba subida a la espalda de Kira, o al menos, creían que eran ellos. Desde arriba no se veía con detalles. Eso sí, oír se la oía a las mil maravillas.

¡MÁ-TA-LA! ¡ARRÁNCALE LAS OCHO PATAS A ESE MALDITO BICHO ASQUEROSO!

Julian rodó los ojos y bufó.
Abajo, Kira con infinita paciencia y al parecer pasándoselo realmente bien, recogía algo diminuto del suelo con un dedo y lo colocaba en una roca.

Por los Dioses. Es una Guardiana de la dinastía Geneviev y se comporta así al ver una araña.
Todos tenemos nuestras fobias.—comentó Scarlett riendo por lo bajo.
Yo no.—zanjó Julian.

La chica pelirroja arqueó una ceja.

Pues yo creo que sí le tienes fobia a algo.
¿Ah, sí? ¿A qué?

Scarlett señaló hacia Kira.

Eso no es fobia, Scarlett, es odio.—dijo Julian con desdén.
Odio sin sentido...nunca entenderé por qué os lleváis tan mal.—suspiró ella.
Es un híbrido.
No es suficiente.
Es un imbécil.

Ella rió.

Tampoco es suficiente.

El Elementar se quedó contemplándola durante el siguiente rato en silencio, como pensando en qué decir a continuación. Ella le devolvía la mirada, impaciente y curiosa por saber qué estaba pensando. El tono del chico al responder la sorprendió.

Supongo que él tiene algo que a mí me gustaría tener.—lo dijo en un tono tranquilo nada habitual que dejó a Scarlett sin palabras.
¿Y qué es lo que tú querrías tener?

Julian cambió su actitud de nuevo y le dio la espalda, comenzando a avanzar hacia las escaleras.

Da lo mismo.
¡Eh! ¡Eh, espera!

Se giró.

¿Vienes conmigo?
Voy contigo.—respondió ella.


Salieron del Muro acompañados de Dáranir, a quien habían encontrado de camino. El líder les contó mientras bajaban que tenían que ponerse en marcha ya mismo y que su misiva había sido respondida. Su rey, el rey Tulio, les había dado de plazo treinta días para permanecer en Regardezt y en ese tiempo Scarlett tendría que entrenar para los exámenes de admisión a la Orden. Julian al escuchar esto se alporizó.
<<¡No podrá hacerlo en un mes! ¡Pero mírala, por favor, no pasará ni la primera prueba con ese escaso entrenamiento!>>
Dáranir no se dejó convencer, hizo oídos sordos ante las quejas del muchacho y tranquilizó a Scarlett, que empezaba a preocuparse.
<<Tendrás un entrenamiento intensivo con el general Walter, pero no estarás sola, no te preocupes. Cuando nos instalemos en Sabare os daré una buena noticia.>>
Scarlett quedó intrigada por esa buena noticia, mas no siguió preguntando. Si Dáranir si lo hubiera querido decir en ese momento, lo habría hecho.
También les comentó que una guía los guiaría por el reino, sobre todo cuando los que nunca habían estado no se perdieran. Les dijo que era una gran consejera de Richard, una persona de confianza del monarca y además, añadió Dáranir en voz baja, muy hermosa según se contaba.

Había un gran movimiento cuando salieron del Muro. Al parecer habían capturado a otro rebelde, esta vez una mujer y parecía humana. Se debatía contra los soldados, pero estos eran evidentemente más fuertes que ella. La llevaron a dentro justo por donde había entrado Nadec, el elfo.
De repente, Scarlett sintió una presencia en los alrededores. Como un fantasma. Viró alarmada, pero a pesar de que rebuscara con la mirada, no había nada ni nadie.
Solo María, observando con desconfianza la roca donde Kira había dejado la araña y comiendo un trozo de pastel. Kira no estaba por ninguna parte.

Scarlett fue a dar de beber a su yegua Phuria.
Le acarició con cariño el lomo y el animal respondió con un leve relincho. Giró la cabeza y le dio un ligero golpe amistoso a Scarlett en el hombro. Ella sonrió involuntariamente.

Eres una yegua preciosa, ¿lo sabías?—arrancó un poco de hierba alta y se la dio de comer de su mano. Por algún motivo, le encantaba que comiera de la palma de su mano—Y además muy fuerte. Has resistido todo el trayecto sin quejarte, muy bien, pequeña...
¡Scarlett!—Dáranir la llamaba—Ven un momento, por favor, voy a presentaros a nuestra guía.

Ella dejó al animal y fue caminando hasta ellos. Se quedó de pie, esperando al lado de María y Julian.
Y entonces...apareció.

Era muy alta y delgada, con curvas en las caderas y la piel dorada, al igual que sus ojos felinos, del color de la miel. Llevaba el pelo suelto en una melena llena de rizos rubios que le caía por la espalda. Sonrió de una forma encantadora al llegar.
Scarlett pestañeó varias veces. ¿Estaría soñando? Volvió a pestañear.

Perdónenme el retraso. Soy Lidia Jowell y seré su guía en Regardezt. Por favor, si tienen alguna duda o problema no duden en decírmelo, estoy aquí para ayudarles.

Puede que por algún misterioso y confuso motivo no tuviera la piel verde, ni los ojos celestes, ni las orejas afiladas. Puede que no tuviera ningún sentido. Puede que fuera una locura. Puede que fuera una coincidencia. Puede que hubiera más mujeres con su aspecto.
Pero a pesar de todo esto, cuando Scarlett vio a Lidia Jowell por primera vez, supo al instante que, a quien realmente tenía delante, era a su mejor amiga, Larissa.

lunes, 20 de febrero de 2012

Prólogo

Nota de la autora ~> ¡COMIENZA CORAZÓN DE FUEGO! ¿Estáis preparados? El prólogo es más corto que los capítulos, pero espero que os guste. Espero que os llevéis una sorpresita al final de él. 
OMG ahora tengo que empezar de cero otra vez. Espero que os animéis a haceros seguidores y a dejarme algún comentario. (Haréis feliz a una servidora ;D)

El rey de Regardezt, reino de humanos, alzó la mirada cuando se abrieron las puertas de madera roja que daban paso a la sala del Consejo, donde esa tarde se reunirían los cuatro monarcas.
Sus ojos negros taladraron al hombre de poblada barba rubia sin escrúpulos, pero, puesto que estaban en su castillo y era el anfitrión, se forzó a dedicarles una sonrisa e inclinó levemente la cabeza, para después sentarse en la cabecera de la alargada mesa.
La reina de Narendil, el otro reino de los humanos, era una anciana con cabellos negros y ondulados en sus años jóvenes, los que el tiempo había teñido de canas. Una mueca de evidente desagrado recorría sus finos labios cuando ocupó su sitio con un ademán elegante.

<<Como odio a esa vieja. Pero aunque muera, sus descendientes son tanto o más insoportables que ella>> pensó el rey Richard molesto.

Suspiró imperceptiblemente cuando por fin, Vitorea entró apoyándose en un fino bastón con punta de metal. Su vestido verde esmeralda susurró al rozar el suelo y a pesar de que sus ojos nublados no pudieran ver, le dedicó una sonrisa cortés a los presentes.

Espero que vuestra estancia en mi reino haya sido de vuestro agrado.—comentó tranquilamente el rey Richard.—¿Hubo algún problema que deba solucionar?
He viajado durante siete días desde el otro lado del Muro. Id al grano de una maldita vez, Richard.—dijo el rey Tulio evidentemente molesto.

Cala asintió.

Perfecto, aunque ya sabéis porque os he citado.—dijo, y comenzó a hablar, levantándose y apoyando las manos en la mesa—Hace una semana, los Guardianes de Ozirian de la Casa Gris, me enviaron una misiva en la que informaban de que un viejo enemigo al que creíamos muerto sigue con vida. Y por lo que sé, enviaron la misma carta a los cuatro reinos. Sin embargo, solo recibieron mi respuesta, cuando ni siquiera es a mi reino al que sirven.

Esa indirecta tan poco sutil provocó que el rey de Ozirian se levantara de golpe, con el rostro enrojecido por la cólera y la vergüenza. Su pesada y gran barriga chocó contra la mesa, pero no le importó.

¡Esto es una falta de respeto hacia mi persona!—gritó enfurecido.—Bien sabéis lo que ponía ese estúpido escrito. ¿Acaso alguien lo habría tomado en serio? No sé si conoces la historia de nuestro mundo, Richard, pero yo sí. Ese asqueroso andrajo murió hace casi tres siglos junto con todo su ejército y ahora, quieres sembrar el pánico en el pueblo por unas simples palabras de tinta. ¡Ni siquiera hay pruebas!

El rey de Regardezt apretó los puños.

Cinco Guardianes, una mujer de la familia Geneviev y toda una tripulación partieron hacia el legendario Inframundo. Solo volvieron cuatro Guardianes y menos de la mitad de la tripulación.—hablaba con serenidad, aunque su enfado crecía por momentos—¡Ellos lo vieron con sus propios ojos! Una Guardiana fue secuestrada en medio de un baile, ¿acaso no es suficiente prueba?

Vitorea alzó las cejas al oír lo del secuestro y tosió para intentar que la escucharan. Richard calló al instante, aunque Tulio siguió despotricando. Aún así comenzó a hablar.

Calmaos un poco, sois grandes soberanos, no campesinos que se empujen unos a otros en la fiesta de la cosecha.—su voz era firme, no daba pie a réplica—Me siento responsable por esa chica, ya que su familia sirvió a la mía durante generaciones y tuve una gran amistad con su madre. A pesar de que no me hace gracia creer en lo que dice en esta ocasión, pienso que no debemos negarle su derecho a la palabra con tanta premura. Si pasamos por alto esta advertencia y resulta ser cierta, recordad el enorme número de bajas que dejó la antigua guerra. Los entes por poco se extinguieron y sí, gracias a eso pudimos tomar el poder, mas imaginaos que ahora ocurra lo mismo pero con la raza humana. Estaremos cavando nuestra propia tumba.

La reina Cala de Narendil pareció horrorizarse ante tales palabras y abrió sus rasgados ojos, mirando suspicazmente a la reina Vitorea.

Habláis de guerra, mi joven señora, pero yo miro por las ventanas de mi castillo y veo resplandecer el sol y a los niños jugar. Hay paz en el Submundo. Opino como Tulio, no debemos hacer correr el rumor de que hay enemigos en nuestras puertas, solo conseguiremos sembrar el pánico sin motivo alguno.—su leve desprecio al nombrar la juventud, y con esta, la inexperiencia de la gobernante crearon un ambiente de tensión en la sala. La respuesta silenciosa de la otra reina no ayudó en nada.
¡Incluso puede que los entes se rebelen!—objetó el rey Tulio.
¿Pero qué diablos decís?—gruñó el rey Richard—¡Los entes nunca osarían...!
¡Y vos qué sabréis, cuando no vivís con ellos! Los conozco mucho mejor, debo recordaros son mi pueblo, no el vuestro.
¡Sí, y se os olvidó como tratar con humanos, al parecer, cuando no sabéis manejar a vuestros propios Guardianes!—rugió Richard—Ni siquiera tenéis un heredero varón, por eso precisáis robarme el mío.

La reina de Arkiria frunció el ceño y dio palmadas, pero ya no le hacían caso.

¡Señores, por favor!—gritó entre el barullo.

Cada uno en una cabecera, los dos reyes discutían gesticulando y gritándose uno al otro.

¿¡Robaros vuestro heredero!? ¡Rehusó al trono de Regardezt y aceptó el de Ozirian!
Fue vuestra maldita hija la que lo embelesó.
¡NO TENTÉIS A LA SUERTE, REY AHELOD!

Mientras tanto, un sirviente entró sigiloso en la sala y dejó una carta encima de una bandeja de plata, en una esquina de la mesa. La reina Cala alargó el brazo y la leyó cuando no la observaban. Su cara varió desde la sorpresa hasta el desdén.

Acaban de partir, vienen hacia aquí.—dijo en tono frívolo.—Espero que no se acerquen a mi reino.

Los dos reyes se giraron a la vez, confusos.

¿Qué ocurre?—preguntó el rey Tulio.
Vuestros Guardianes, querido.—contestó la reina con una sonrisilla cínica—Van a cruzar el Muro.
Ah, sí. Se me olvidó decir que me enviaron otra misiva pidiendo poder trasladarse a Regardezt por un tiempo, para buscar información en la Biblioteca de San Inary.—el rey Richard parecía satisfecho y un poco más calmado.
¡¿Cómo!? No se me ha informado de nada.—protestó el rey de Ozirian.—Los detendré.

Richard bufó y miró de soslayo al monarca.

Relajaos. No tengo intención de quitaros lo que os pertenece.—lo dijo con sarcasmo—El general Walter sigue aquí y puede encargarse de iniciar a la Guardiana Chevalier. Pronto tendrá que pasar su examen. Cuando terminen de recolectar la información que necesitan podrán volver a Ozirian.
¡Necesito que trabajen en mi reino! Muchos inviernos han de pasar anteriormente de que veáis a uno de mis súbditos ayudándoos antes que a su propio soberano.

Alguien tocó tres veces en la puerta y los cuatro soberanos se giraron para mirar quién osaba interrumpirlos.
Entró sin timidez alguna una escultural muchacha con cabellos dorados formando bucles y ojos color miel. Se mordió el labio inferior convirtiendo un gesto normal en una mueca seductora y sonrió radiante, enseñando sus perfectos dientes blancos y rectos. La reina Cala no pudo contener un sonoro bufido de desaprobación hacia la mujer, en especial al pronunciado escote que lucía.

Disculpadme, Alteza.—caminó hasta situarse al lado del rey de Regardezt. Ronroneó las palabras.—Creo que es una maravillosa idea que los Guardianes se hospeden en nuestro reino durante un tiempo. Yo puedo encargarme de ellos, si lo desean.

Miró fijamente al rey Tulio con una sonrisa arrebatadora y se tomó la libertad de sentarse junto a él. El vestido esmeralda con pequeños diamantes incrustados dejando los hombros al descubierto se le ceñía a las curvas de sus caderas. 
Bueno...quizás...—agitó la cabeza y clavó la vista en Richard—Un mes. Solo un mes.

El rey Richard de Regardezt sonrió complacido y las duras facciones de su rostro se suavizaron. Esa muchacha lo estaba ayudando mucho y aunque a veces fuera algo insolente, era de gran utilidad para tratar con hombres, fueran del rango que fueran. Su vista se escapó inevitablemente al cuerpo de la mujer. Y también sabía tratar con el propio rey de Regardezt, por supuesto.
La hermosa mujer giró su anguloso y bello rostro un instante y clavó sus ojos perspicaces en el rey, con una mirada de autosuficiencia que solo podía significar una cosa: de nuevo, las cosas salían tal y como ella las planeó.