Chispas en la hoguera

domingo, 29 de abril de 2012

Capítulo 5: La rebelde

Nota de autora ~> Para los que no lo sepan, he cambiado el apellido de Kira (que antes era Mccarty) a Madness. Otra cosa sobre este capítulo es que está escrito en presente. Fue sin querer, es que estoy leyendo Los Juegos del Hambre (¡Lo súper recomiendo!) y como está en presente se me pegó...¿pero lo preferís así? ¿Cómo queréis los capítulos? ¿Presente o pasado? (Hasta ahora estuvieron en pasado)
¡Un beso y gracias por leerme! Gaby os adora *^*




Repentinamente, Julian le tira el libro a la cara, el cual Kira coge antes del impacto con una mano, sin tener que soltarse de Scarlett, pero sí llamando su atención.

Se ha despertado—dice Julian en tono molesto.
Brillante deducción—responde el híbrido frotándose las sienes. Está muy incómodo; no tiene el control de la situación; no sabe qué pasaba—Después de tu aporte de lucidez, ¿alguien me dice a dónde vamos y por qué la pelirroja parece empeñada en cortarme la circulación?

Scarlett profiere un gritito ahogado al darse la vuelta y verlo, sin embargo, para sorpresa del medio demonio, no suelta su mano, solo afloja un poco la presión.
Dáranir suspira y levanta la cabeza, que lleva apoyada sobre la mano, como si el peso de los acontecimientos fuera demasiada carga que soportar.

Vamos camino al reino de Regardezt. Te desmayaste y Scarlett te encontró tirado en la hierba y te subimos entre todos al carruaje.—explica pacientemente.
¡Ya he dicho que es mentira!—grita Julian excitado, haciendo un amago de levantarse.
Silencio, Julian.—ordena el capitán de los Guardianes con voz serena.

Kira sopesa la posibilidad de reírse en la cara del Elementar, aunque seguro que traería consecuencias desagradables. Nota la diferencia de temperatura en las palmas de sus manos; una de ellas estaba fría y colgando del brazo y la otra cálida, agarrada por la muchacha de ojos verdes. Un acto impropio en ella, pero que no le desagrada en absoluto.

Ahora escuchadme bien—dice Dáranir—Cuando entremos al reino, quiero que bajéis lo más deprisa que podáis y os metáis en el palacio. Iréis los tres juntos, un lacayo os guiará. Pase lo que pase, no os separéis y no dejéis a Kira solo.

Kira se revuelve en su sitio, más incómodo que antes, y arquea una ceja.

Es conmovedor que quieras fomentar los lazos de nuestra amistad, pero no necesito niñera.
¡No fingiré que esta criatura es un Guardián! ¡Es una deshonra, Dáranir!—escupe Julian, taladrando con la mirada al medio demonio.
Calma July, se te subirá la tensión.
¿Osas dirigirme la palabra, engendro...?
¡BASTA!—zanja Dáranir, frunciendo casi sin que se notase el ceño—Comportaos como es debido. Scarlett, procura que no se maten por el camino.

Ella alza los ojos al cielo, como si fuera algo imposible, pero asiente y vuelve a mirar por la ventanilla, ausente.
Falta poco para llegar y las calles están llenas de gente trabajando ya desde bien temprano en sus oficios o de niños jugando o yendo a la escuela. La ciudad rebosa vida.
Por supuesto, todos son humanos.
Cuando el carro pasa por alguna tienda, la gente de dentro lo miran asombrados y se disponen a saludar con una efusividad abrumadora.
Kira mira a Scarlett, que, feliz, devolvuelve los saludos con su mejor sonrisa, disfrutando de verdad el momento, hasta que una chica pasa corriendo sin mirar por medio de la calle, directa al carruaje. Frenan en seco para intentar no darle, pero el choque es inevitable.

¡No!—grita Scarlett, abriendo la puerta y saliendo a trompicones, arrastrando con ella a Kira.

Julian no pierde ni un segundo y baja tras ellos. Dáranir va a seguirlos, sin embargo, el lacayo se recompone y azota a los caballos, llevándoselo.

¡Al palacio! ¡Nada de separarse! ¡Y NO PERDÁIS EL TIEM...!—es lo único que le da tiempo a gritar antes de que la puerta vuelva a cerrarse y con ella, se lleva sus órdenes y su voz.

Scarlett se agacha al lado de la chica que han atropellado, sin soltar a Kira de la mano.

Os recuerdo que no tenemos tiempo para esto.—sisea Julian.
¡Está herida!—protesta Scarlett.

La muchacha lleva una especie de manto marrón que la oculta casi por completo, a excepción de sus ojos, que brillan con un azul claro precioso.

¿Estás bien...?
Perfectamente—contesta una voz juvenil y firme. Se aparta la tela de la cara para dejar ver su rostro, mostrando una cara alargada de tez pálida, con el cabello negro y unas pocas y casi imperceptibles pecas sobre la nariz—¿Quiénes sois?

Scarlett va a contestar rápidamente, pero Julian se pone delante de ella, levantando las cejas, desconfiado.

¿Por qué no nos dices tú primero quién eres?

Ya no los escucha. Scarlett sigue el rumbo de su mirada y da en el blanco, justo como piensa, está mirando fijamente a Kira, sin pestañear. Parece sorprendida y se sonroja cuando el híbrido le devolvuelve la mirada con un claro interés.

Kira Madness.—susurra.
¿Nos conocemos?—dice él agachándose un poco para que su cara quede a la altura de la de ella.
¡Sí!—contesta, con demasiado ímpetu y al momento se arrepiente, poniendo un tono más serio y frío—Soy Anya Werajan.
Me temo que no te recuerdo...

Anya da un paso hacia atrás, frunciendo el ceño, algo enfadada.

¿Tienes la costumbre de olvidar a todas las chicas con las que te acuestas?—pregunta en tono hosco, cruzándose de brazos.—Y fue hace un año.

Las caras de Scarlett y Julian son un poema.
Kira suelta una carcajada.

Tú y yo...¿nos acostamos?—se pasa una mano por la barbilla, como si de verdad intentara recordarlo—Preciosa, cuando eres alguien como yo es bastante difícil llevar la cuenta.
¡P-pero si dijiste que amabas, idiota!—grita, ahora verdaderamente enfadada—¡Aunque eso fue antes de que desaparecieras y dejaras a todos los rebeldes, claro!

Y entonces Scarlett recuerda de pronto quién es esa chica.
Era la rebelde que capturaron en el Muro, junto con el elfo que le había escupido. ¿Cómo escapó?
Era fácil recordarlo: ella había desatado a Nadec, el elfo, pero el resto era un misterio.

Kira parece un poco más interesado ahora que se ha mencionado el tema de los rebeldes, aunque sigue intentando mantener a Anya a una distancia prudencial.
Julian tiene una expresión que tanto puede ser divertida como peligrosa y Scarlett lee su pensamiento al descubrir que tiene la intención de detener a la muchacha.
Con la mano que tiene libre, le coge la suya para detenerlo y el efecto es inmediato; Julian la mira, hace un amago de protestar y refunfuña callándose dándole un ligero apretón a la pelirroja.

Anya le lanza una mirada indescifrable y Scarlett se da cuenta de que tiene a Kira agarrado de una mano y a Julian de la otra. Su cara se convierte en un tomate en cinco segundos, pero procura con todas sus fuerzas ser fuerte y no soltarlos de inmediato. No solo por lo vergonzosa de la situación, si no porque aún continúa enfadada con el Elementar.

Sentimos mucho el atropello...aunque si dices que estás bien, es mejor que nos vayamos.—dice con voz temblorosa, sonriendo como para disculparse. Si es una rebelde, no podrá contener a Julian mucho más.

Anya le devuelve la sonrisa aunque de repente se tambalea y cae al suelo desplomada. Scarlett suelta la mano de Julian y corre hacia ella, ayudándola a levantarse.
La chica está peor de lo que dijo; cojea y casi no puede andar sola.
Les explica que la casa de un amigo que la acogerá está cerca y que si la acompañan hasta allá estará muy agradecida. Scarlett acepta por los tres antes de que se les ocurra replicar y carga con Anya a un hombro.
A pesar de las miradas de amor-odio que le lanza de vez en cuando a Kira, Anya le parece una chica encantadora y entablan conversación sin problema. Pero a pesar de que Scarlett quiere evitar el tema de las rebeliones, la otra muchacha parece decidida a sacarlo a la luz.

La verdad es que no sé muy bien cómo escapé...¡ni siquiera sé por qué me encerraron! Fue todo una injusticia, tantas muertes...agh, créeme, Pequitas, algún día seré yo misma la que le corte la cabeza a esos cuatro reyes—siempre que dice algo así, Julian se tensa y se dispone a comenzar a gritarle y seguramente, a llevársela presa, mas Scarlett de alguna forma consigue tranquilizarlo, aunque sabe que no será para siempre—Nosotros queremos liberar a nuestro propio pueblo de la esclavitud a la que la monarquía actual los tiene atados. No más Muro, no más leyes injustas, no más muertes sin sentido...¡Pero ni entre los nuestros estamos a salvo de traidores!

Y entonces es cuando la lanza una mirada asesina a Kira y al momento siguiente aparta la mirada, porque está demasiado sonrojada como para mantenerla. Para sorpresa de todos, en especial de Scarlett, Kira pasa de Anya, es más, la evita. En su mente, la pelirroja piensa que es un poco cruel alegrarse por ese detalle.

—Ya hemos llegado—anuncia Anya, señalando una pequeña casa de madera roja. Mira a Scarlett con una sonrisa de complicidad y ella es incapaz de no devolvérsela—¿Te importaría acompañarme adentro? Hay unas escaleras y no creo que pueda...

Scarlett asiente de inmediato ignorando las quejas de los chicos. Al principio rehusa a soltarse de Kira, pero poco a poco lo hace y entra con la chica de ojos azules en la casa.

No pasan del recibidor, un pasillo estrecho, sin alfombras ni cuadros, ni ventanas. Anya la mira con atención a los ojos y nota el nerviosismo de la chica.

Tranquila, es que necesitaba hablar contigo a solas.
Oh...de acuerdo. ¿Qué ocurre?—pregunta, aún no muy convencida. Sin embargo, la muchacha le cae bien y no puede evitar sentirse más segura.

Anya suspira y se sienta en el suelo, donde Scarlett la sigue.

Es sobre Kira Madness.
Ajá—susurrá Scarlett, animándola a continuar.
No es algo fácil de contar. Bueno, ya has visto que...tuvimos...digamos, una relación...complicada. Es un mal chico—dicta, sin cortarse—Y no solo eso. Creo que ya lo sabes; Kira es un demonio. Ya sé que me dirás que no te importa, yo también lo dije en su día, pero no vale la pena; no por alguien como él. No sé que clase de relación tenéis ni lo lejos que habréis llegado, pero cuando estaba conmigo era un testarudo. Lamentablemente, hablo en el buen sentido. Las primeras veces que lo vi, no me interesaba, no quería tenerlo cerca, me parecía que un demonio era el enemigo, que nos entorpecería el camino a los rebeldes...aunque...sabe hacerse querer. Eso es algo que se le da demasiado bien. Solo tardó medio mes en ganarse mi total confianza, te prometo que llegué a pensar que era mi mejor amigo. Por supuesto, para Kira eso no era suficiente.

Scarlett agacha la cabeza, no muy segura de si quiere seguir escuchando.

Estaba empeñado en que yo le viera como algo más, lo que no sabía es que yo sí que estaba enamorada. Obviamente, de él. Al final, después de mucho insistir por su parte y de mucho resistirme por la mía, acabé cediendo, le dije que tenía razón, que todas las veces que me decía “Me quieres” estaba en lo cierto. Pasaré de contarte lo que ocurrió esa noche, creo que será lo mejor para ambas—Anya me dirigió una sonrisa triste y sopló a un mechón de pelo que se le ponía encima de los ojos. Hasta su pelo se rebelaba—Lo que sí te diré es lo que pasó cuando desperté. A mi lado no había nadie. Lo busqué por todas partes hasta encontrarlo. Kira se marchaba. Ni se había dignado a despedirse. Como vio que lo había atrapado, se acercó a mí y me dijo lo que quería oír desde hacía tanto tiempo. “Te quiero, Anya” Luego se marchó y no volví a verlo hasta hoy. Semanas después me enteré de que todo el mundo me miraba con esa odiosa compasión, de que comentaban que Madness había destrozado otro corazón y que seguramente ya se lo habría llevado consigo al marchar.
Qué poético...—dijo Scarlett, incómoda.—Me refiero a lo del corazón...es un tanto raro...
De poético nada. Literal. Investigué un poco, preguntando por doquier y todos me venían con la misma historia: El demonio busca jóvenes, las seduce y cuando estas caen en sus redes...les arranca el corazón. Claro que esto último nunca pude comprobarlo, lo que sí sé es que muchos demonios antes lo hacían, el corazón es como una delicia para ellos...yo solo sabía que seguía teniendo el mío latiendo en el pecho, por suerte. Lo que quiero decirte con todo esto es que tengas mucho cuidado. Sé que parece bueno, sé que parece que nunca te haría daño, pero...piensa que fue así con todas.
Kira no me mentiría.—dice Scarlett, poniéndose en pie.
Claro que no...—bufa Anya con ironía—¿A caso siempre te ha dicho la verdad?

Scarlett no puede responder que sí a esa pregunta. Aprieta los puños.

Recuerda esto, Pequitas: si quieres jugar con el medio demonio, el que se enamore primero, el que diga primero “Te quiero”...pierde—suspira la rebelde.—Incluso puede que te mate, no sería la primera vez que lo veo hacerlo. Chicas que están demasiado obsesionadas con él...lo molestan y...adiós. Quizá sea verdad lo de los corazones. Yo me lo creería.
¿Has terminado?—pregunta Scarlett, cruzándose de brazos. No puede evitar sentir simpatía por Anya, le cae bien, pero no soporta que insulte de aquella manera a Kira.

La chica de ojos azules sonríe, rindiéndose y asiente.

Mi lealtad hacia él también era igual que la tuya. Eres interesante, espero que no acabes muy mal por su culpa. No serías la primera ni la última.
No terminaré como tú—le dice Scarlett—Porque es mi amigo.
Tu amigo...ugh, eres del peor tipo, Pequitas...
¿Peor tipo?

Anya abre la puerta lentamente, lo que la pierna herida le permite avanzar.

Sí. Eres de las que no se dan cuenta de que están...—compone una sonrisa engimática y la echa fuera, sin más.

Scarlett se queda allí plantada, atónita y confusa, mientras observa la puerta cerrada delante de sus narices. No puede evitar al girarse mirar a Kira con cierto reproche. A pesar de todo, lo vuelve a coger de la mano.
Kira la mira arqueando una ceja y se suelta, para ser él quien la agarra a ella.

Te está absolutamente permitido tocarme todo lo que quieras, pero me gustaría saber por qué llevas todo el día sin soltarme. Es extraño viniendo de ti.—comenta, sonriéndole con la boca, aunque en sus ojos de un azul eléctrico y oscuro hay un brillo misterioso.

En ese momento, Julian le da un tortazo en la mano para que suelte a Scarlett y se interpone entre ambos, colocándose en el medio con cara amenazadora.
Scarlett frunce el ceño y aparta a Julian a un lado, sabiendo que lo mejor es que esté ella en el medio de los dos, porque nota las chispas que destila el ambiente.

Será porque no quiere que nos muestres tu verdadera cara, monstruo—gruñe el Elementar taladrándole con la mirada.

Scarlett ve la alerta en el rostro de Kira. Nadie ha sacado el tema hasta el momento, mas sabe que en algún momento tendrían que explicarle que había sucedido esa noche.
Suspira y se lo cuenta todo, despacio, procurando que Julian no empiece una pelea y que Kira mantenga la calma.
Le dice que la noche anterior por algún motivo se había empezado a transformar. Ella estaba durmiendo en el carruaje cuando escuchó gritos y salió, encontrándoselos en medio de una pelea. Corrió a decirles que se callaran de una vez porque iban a despertar a María y vio la cara de terror de Julian. Supo al instante que algo iba mal y rodeó a Kira con los brazos para apartarlo y que no cometiera un gran error. Justo como ella pensaba, vio al híbrido a mitad de su transformación. Aunque después del contacto con Scarlett volvió a tener el aspecto humano de siempre; fue sorprendente, pasó de repente.

Llevas todo el día a mi lado para...¿para que no matara a Julian?—pregunta Kira, atónito, frotándose la sien. No recuerda nada—Bien, ahora todo cobra sentido.
¿No pensarías que ella iba a tocarte por otro motivo, no, híbrido?—sisea Julian con sorna.—Un medio demonio, cómo no. ¡Si no fuera por Dáranir ya estarías muerto! Yo en persona me encargaría.

Scarlett espera oír un comentario irónico por parte de Kira, pero se le queda la boca abierta al ver como gira la cabeza hacia un lado para ocultar el gesto de dolor que ha aparecido en su rostro.
Inmediatamente un instinto hace que quiera decirle que es mentira, que ella lo hacía por protegerlo a él, que no quería que nadie lo viera, ¡quería protegerlo! Pero las palabras no salen de su boca. Se queda callada, mordiéndose los labios.

Quédate tranquila, pelirroja, no voy a cargarme a tu Elementar. Sería demasiado trágico. Quizá me vaya por ahí un rato a secuestrar niños o a robar a las ancianitas, no sé. Las dos opciones son muy tentadoras—y ahí llega el comentario cargado de sarcasmo.
Kira, no solo lo hice por eso, tú sabes que...
Sí, sí, ya sé todo, me ha quedado bien claro. Con tu permiso, me retiro. Por cierto, July, aún me debes una...—comenta con una sonrisa de oreja a oreja que hace que a ambos Guardianes se les pongan los pelos de punta.

Julian monta en cólera y avanza hacia él empujándolo hacia atrás con ademanes violentos, ante los cuales Kira solo sonríe más, sin inmutarse.

¡Así que lo recuerdas! ¡Recuerdas lo que me dijiste anoche! Oh, maldito bastardo, esta me la pagarás...
No, idiota, no lo recuerdo. Pero eso no tiene que ver; tú intentaste matarme en una ocasión y fallaste. Yo no cometeré el mismo error.—sisea Kira y Scarlett se detiene justo cuando estaba a punto de intervenir, porque su voz fue exactamente igual a la de Norian.
¿Me estás amenazando? Me da igual lo que diga Dáranir, yo mismo te entregaré y si me dan el honor, seré tu verdugo.—contesta Julian, alzando los puños.

Kira para el puñetazo a tiempo y aprieta la mano, provocando que el muchacho de cabello castaño tenga que ahogar un grito de dolor.

¡¿Pero qué estáis haciendo?! ¡Parad!—grita Scarlett, empujando a cada una a un lado para separarlos, mas solo consigue que se pongan de acuerdo en apartarla a ella del camino.—¡Sois como unos niños pequeños, por favor!
Vete de aquí, Scarlett, no pintas nada—decide Julian, cabreado y se nota por el viento a su alrededor, que parece estar a punto de formar una ventisca.
¡¿CÓMO QUE NO PINTO NADA?!—la furia de Scarlett sale de repente y coge a ambos por las orejas, acercando sus caras a la suya—¡Si os vais a portar como niños así os trataré! ¿Queréis dejar de pelear un momento y daros cuenta de que no tiene sentido?

Julian la aparta rápidamente de un manotazo, avergonzado por como lo ha humillado y rechina los dientes, tenso, preparado para pelear en cualquier momento.
Kira también la aparta y le lanza una mirada de burla al Elementar, como si fuera tan insignificante que no mereciera la pena ni fijarse en él.

Ya cobraré mi deuda cuando no tenga que defenderte una chica.
¡Eres un imbécil, Kira!—grita Scarlett, hecha una furia. Al ver la mirada de satisfacción de Julian se gira hacia él—¡Y tú también! ¡Dáranir ha aceptado a Kira a pesar de que sea un demonio así que tú deberías hacer lo mismo!

Julian la mira entrecerrando los ojos y la agarra del brazo, para acercarla a él y alejarla del híbrido.

Al contrario que tú, Scarlett, yo pienso por mí mismo.
¡Suéltame!
¡Solo quiero protegerte!—dice Julian de repente y por supuesto, se sonroja, pero no la suelta, si no que la acerca aún más a él—Déjame protegerte.

Kira pone los ojos en blanco, se recoloca su gabardina negra y les lanza una mirada asesina a ambos, luego sonríe otra vez de esa manera que provoca escalofríos y se marcha andando camino a palacio.
Scarlett lo ve marchar, impasible, sin llamarle ni decirle que se quede. Si quiere ir él solito con el riego a transformarse, que lo haga. No es problema suyo. Sorprendida por no sentirse avergonzada al estar entre los brazos de Julian, se da cuenta de que está tan enfadada que no es capaz de sentir otra cosa. Lo aparta zarandeándose hasta que la suelta.

No puedes decirme un día que ojalá me muriera y al otro que quieres protegerme—dice la pelirroja, clavando en él sus ojos verdes, impasible.

Nota como el cabreo de Julian va avanzando y sabe que su paciencia no durará mucho más.

No. No...Scarlett, por la Diosa...¡sabes que no lo decía en serio! ¡Lo sabes! Mira...siempre que me he enfadado me has dado otra oportunidad...yo...tienes que seguir dándomelas. Me conoces, sabes que me cabreo fácilmente...y ese maldito demonio...¡No lo soporto! ¡Es verlo y querer matarlo!
Y al parecer casi lo consigues.—responde ella, gélida.
¡Oh, Scarlett!—Julian parece verdaderamente desesperado—¡Y él casi me mata a mí!
¡Pero no lo hizo!
¡No lo defiendas!
¿¡Por qué!? ¿Por qué no puedo defenderlo a él pero a ti sí?
¡Porque no puedo soportar que lo prefieras a él!

Silencio.

El enfado se pasa con unas simples palabras.
Scarlett ya no es capaz de sentirse enojada con Julian, no puede. No después de lo que acaba de decirle. Nota que su cara está a temperaturas que se considerarían altamente peligrosas y agacha la mirada.

Silencio.



                                                                        ***



Al fondo del pasillo, oculta entre las sombras está una mujer. No se sabe cuál es su aspecto, pues no se deja ver, solo que su voz es como la de un gato y ronronea de una forma alarmante y seductora.
La otra chica coge aire y avanza hacia ella, apartando el pelo azabache que tiene detrás de las orejas para ocultarlas. Sabe que ha hecho un buen trabajo y espera ser recompensada. Al instante, escucha justo lo que esperaba oír.
Buen trabajo, Anya. Te has lucido.

La mujer entre las sombras está fumando, porque el humo asciende hasta el techo.

Quiero pediros algo más a cambio de mi trabajo...
Adelante, pide—ruega la mujer con tono juguetón.

Anya sabe que debe andar con cuidado, la mujer entre las sombras no es cualquiera y si da un paso en falso todo se derrumbará.

Dijisteis que alguien más se inmiscuiría entre Kira Madness y Scarlett Chevalier. Quiero saber quién.

Con la mujer entre las sombras no podías andarte por las ramas, tenías que ser directa. Lo había aprendido en sus primeros días trabajando para ella, cuando era tímida y miedosa. Tenías que ser valiente y decir las cosas sin contemplaciones. Solo así tendrías alguna posibilidad de gustarle.

Bien, pides algo que puedo concederte. Buena chica.—una nueva bocanada de humo asciende—Precisamente tengo aquí a tu nueva compañera. No trabajaréis juntas, si no por separado, pero vuestra misión es la misma, excepto por el proceso. Espero que los resultados sean iguales. Pasa, niña, pasa.

Anya está a punto de echarse hacia atrás, pero se contiene.
Conoce a la persona que acaba de entrar.
Sería imposible olvidarla.

Hola, Anya. Me temo que no tuve el placer de conocerte hasta ahora.

La mujer entre las sombras sonríe. No se le ve, pero ambas lo saben; se nota.
Luego, un chasquido.
Ya no hay nadie allí; las sombras están solas.

sábado, 14 de abril de 2012

Capítulo 4: La llegada de los Jinetes

Fue una desagradable sorpresa descubrir una vez más que a pesar de ser tú quien los buscaba, siempre eran ellos los que te encontraban.
Acababa enviar a dos demonios inferiores a cumplir una misión suicida. Aunque, por supuesto, ellos esto no lo sabían. Seguramente en esos instantes estarían muertos, tirados en el suelo y desangrándose. O tal vez aquel monstruo hubiera llegado hasta el extremo de alimentarse de su carne. No lo sabía ni le importaba.
Había demasiadas estrellas en el cielo y las dos lunas brillaban grandes y llenas, iluminando todo el sombrío bosque.
Para el encuentro se había vestido con ropajes sencillos, sin tan siquiera llevar su armadura, solo con una cota de malla ceñida a su delgado cuerpo y pantalones y botas negras de cuero.
La larga melena de un azul con ligeras mechas verdes casi imperceptibles, estaba ahora recogido en una trenza echada hacia atrás que le caía por la espalda, llegándole hasta las nalgas.
Fueron llegando uno a uno, pero todos a la vez.
Sus capas negras ondeaban con ferocidad y elegancia al viento, siempre ocultándoles el rostro y cubriendo parte de la grupa de sus caballos, también negros; unas bestias enormes y estilizadas de ojos oscuros que emitían destellos de un rojo demoníaco.
En unos segundos la habían rodeado, notaba el aliento de sus monturas pegado a la nuca, apestándole en las fosas nasales.

¿Acaso es este el diablillo que nos ha hecho reunirnos?—preguntaron en el idioma demoníaco los seis a la vez. Otro dato molesto sobre ellos; siempre hablaban juntos, como uno solo.

Heline ignoró el insulto que había recibido.
Para los demonios, tanto superiores como inferiores, el ser llamados diablillos (una asquerosa criatura minúscula y sin poderes que servía como esclavo) era un sinónimo de inútil, inservible y débil.

Sí, soy yo. Mas no os hice reuniros sin razón.—pensó que ellos la interrumpirían, pero fue una gratificante sorpresa ver que respetaban su turno para hablar—Sois seis ahora, pero antaño fuisteis siete. Los Siete. Vengo a ofreceros todo lo que deseáis, tanta sangre, muerte y vidas como podáis soñar y tanto poder como preciséis. Vengo a reclamar vuestro liderazgo.

Los Jinetes callaron por unos momentos y Heline pensó que estarían analizando su propuesta. Sin embargo, justo después de que este pensamiento volara por su mente, estallaron en carcajadas.
Pensó en acallar sus risas con un par de latigazos -portaba un látigo de espinas en su cinturón- aunque recordó a tiempo las órdenes de su amo. Su principal misión era reclutarlos y que la admitieran como líder, costara lo que costara. No podía permitirse el lujo de perder la paciencia.

¿Y bien?

Uno de Los Jinetes se adelantó, sin hacer falta que espoleara al caballo para que este echara a andar hasta ponerse en frente de ella. Intentaban hacerla mirar hacia arriba, así estaría claro quién ocupaba la posición más elevada; el rango más alto. Pero Heline continuó mirando al frente, impasible.
Entonces, volvieron a hablar.

Somos híbridos, diablillo. Híbridos con muchos más siglos de antigüedad que tú. Sabemos que nos despreciáis, vosotros, los demonios de sangre pura, como tan vanidosamente os hacéis llamar. Mas aprende una lección, diablillo, nosotros también os despreciamos.—una sonrisa pareció asomar a su rostro oculto—Odiamos a los demonios al igual que a los humanos. Solo nos aceptamos a nosotros mismos. Y sabemos, oh sí, claro que lo sabemos, que no actúas por tu propia voluntad, si no a órdenes de un príncipe de los demonios al cual, no lo dudes, también odiamos. Un príncipe que una vez no fue tan distinto a nosotros...

Heline chasqueó la lengua.

No es un príncipe, no pertenece a la realeza. En las dinastías de reyes siempre hay otros que pueden sucederte, siempre pueden quitarte el poder. El Demonio Supremo es el poder en sí. Él controla el Inframundo y nadie más. Y aunque así fuera, sería un rey, no un príncipe.—contestó ella sin parpadear. Lo único capaz de molestarla era que alguien cuestionara el poder de su amo.

El jinete que se le había acercado volvió a retroceder y chasqueó la lengua, como una imitación burlándose de ella. Empezaba a sentir ganas de matarlo.

Hubo una reina en el Infierno hace demasiados años. Ella dictó quién sería nuestro príncipe y nosotros obedecimos, pues ella era verdadera. Resulta que otro príncipe quiere ahora usurpar el trono de su madre y quitar a las víctimas de esta de su asiento para poner las suyas propias en el trono de cadáveres.—Los Jinetes seguían hablando a la vez, en voz silbante—No obedeceremos a nadie. Nuestra reina nos dictó quién sería nuestro verdadero líder, para que lo guiáramos a donde pertenece y reclamara lo que le corresponde. Somos híbridos y solo aceptamos a los de nuestra especie. Tú, diablillo de sangre pura, jamás podrás darnos una mísera orden. Jamás.

Heline se acariciaba la trenza con tranquilidad mientras escuchaba sus palabras. Tendría que hacer las cosas a su manera.
Convirtió su brazo izquierdo en una garra oscura y con la otra mano agarró el látigo, haciéndolo estallar en el aire. Los Jinetes no se movieron.

No tengo intención de ir a una discusión sin final. Vosotros vais a conseguir las mil almas para el ritual de la Resurrección, de una manera u otra.—respondió en demoníaco. Puede que no pudiera con los seis, pero no iba a amedrentarse—Obedeceréis.

El látigo cortó el aire y llegó hasta su destino, dándole en la cara al jinete que se había aproximado más a ella y haciéndole un gran corte en la carne, perforándola y salpicando sangre roja, proveniente de los híbridos, no como la negra de los demonios.
El impacto del golpe empujó la capucha oscura de su capa hacia atrás, dejando al descubierto su cara.
Tenía la apariencia de un hombre de pelo negro, liso y largo, con la cara pálida y unos ojos amarillentos que la miraban con sorna. Toda la mejilla derecha cortada por el látigo, pero parecía no sentir -o no importarle- el dolor. Aunque no era la única herida en su rostro; varias cicatrices se la cruzaban y una en especial le atravesaba el ojo izquierdo de arriba a abajo, haciendo que tuviera un ojo más pálido que el otro.
Volvió a acercarse a ella, sin bajar de su montura y sin darle una orden al caballo a parte de sus pensamientos. Sonrió con una malicia que resultaba descarada y susurró unas últimas palabras, esta vez hablando él en solitario.

Solo alguien que derrote a nuestro antiguo príncipe puede ocupar su lugar, diablillo.
Solo alguien que derrote a nuestro antiguo príncipe.—repitieron en siseos los otros Jinetes.

Heline dio un paso atrás, captando el mensaje y se quedó callada, pensativa, mientras el jinete se ponía de nuevo la capucha negra y los seis dieron la vuelta rápidamente, saliendo al galope en silencio, como si los cascos no tocaran el suelo.
Guardó el látigo y rebuscó entre su cota de malla, hasta sacar una esfera grisácea y susurró las palabras de invocación. Al instante un rostro con una máscara blanca por encima apareció allí.

Ya sé que debo hacer, mi señor. Quieren que mate a su antiguo líder, así me aceptarán.—lo informó con tono imparcial.—Pero necesito saber quién es.

En el Revelador del oráculo de Trisania la máscara no varió su expresión, pero el júbilo que parecía sentir era más que visible.

¿Han aceptado completar el ritual?—contestó la voz del demonio.
No se han negado, mi señor.
Aceptarán, tarde o temprano.—hablaba por medio de silbidos, con lo que Heline dedujo que había estado en la piel de una serpiente hacía no mucho—¿Mencionaron a esa mujer?

Heline entendió en seguida a qué se refería.

Sí.
¿Siguen creyendo que es una reina?
Sí.
Si vuelven a poner en duda mi autoridad, mata a uno de ellos como aviso. No preciso a los seis para conseguir las mil vidas.
Sí, mi señor.
Ahora te diré el nombre de su antiguo líder, Heline. Escúchame bien, porque solo lo diré una vez.
Siempre os escucho, amo.


                                                                               ***


Dentro de la posada el ambiente estaba más que tenso.
Dáranir acababa de entrar en el comedor, seguido de Chelsea, donde los esperaba una hermosa y joven muchacha de cabellos plateados y ojos castaños. Sentada en una silla mirando hacia cada rincón del lugar como si no estuviera muy convencida de qué diantres hacía ahí, se levantó de golpe y sonrió al ver al capitán de la Casa Gris entrar, aunque su sonrisa pareció apagarse un poco al ver a la otra Guardiana.

¡Capitán Ahelod!—suspiró y se recogió las faldas de su vestido, yendo hacia él—Me alegro de que mi mensaje os llegara.

Le dedicó una leve sonrisa de agradecimiento a Chelsea, la cual correspondió con una inclinación de cabeza y se fue a un rincón oscuro, ya que aunque era su obligación estar ahí como segunda al mando, no quería ver más de lo necesario.

Parecéis preocupada, Alteza. ¿Qué es eso tan importante que debéis contarme?—dijo Dáranir yendo al grano.

La princesa agachó la cabeza ante la frialdad del Guardián, quizá esperando algo más de su parte.

Mi padre os ruega que volváis a Ozirian.—dijo ella, muy despacio—cree que el rey Richard intentará persuadiros...y ya sabéis...vuestra sangre real os permitiría ocupar un trono...mi padre no desea que sea el equivocado...
¿Vuestro padre piensa que cuando le juré lealtad fue por que no tenía nada mejor que hacer?—respondió Dáranir secamente.—Además, no tengo sangre real.

Nirelia frunció el ceño, asustada de sus palabras, y unas pequeñas arruguitas aparecieron en su frente.

Por supuesto que no...solo que, por parte de padre, vos sois...
Renuncié a eso hace mucho tiempo.
¡Mi padre tiene miedo de perder a un soldado, pero yo tengo miedo de perder a mi prometido!—gritó la princesa de repente, poniéndose muy roja y cerrando los ojos, como si estuviera avergonzada de su comportamiento.

Dáranir se quedó callado durante casi un minuto y, finalmente, suspiró. Se arrodilló ante la muchacha y cogió su mano, dándole un ligero beso.

Vuelvo a repetiros si creéis que juro en vano.—esta vez su tono era evidentemente más amable—Prometí casarme con vos y así lo haré. No tenéis por qué temer.

La princesa Nirelia parecía aliviada de verdad y sonrió radiante al escucharlo. Volvió a echarle una mirada inquisitiva a Chelsea, que fingía no estar escuchando la conversación mientras observaba atentamente una mesa vacía como si fuera la cosa más interesante que había visto en su vida.

Sí...pero...¿volveréis a Ozirian conmigo?—preguntó sin apartar la mirada de la Guardiana, como si estuviera queriendo preguntar si se quedaría con ella.
Lo lamento, Alteza, pero debo ir a Regardezt. Solo estaré fuera un mes, así lo hemos decidido. Decidle a vuestro padre que no tema, mi espada y la de mis Guardianes son solo leales a él.—le respondió Dáranir, apartándole un mechón de pelo y besándole la frente.

La princesa asintió, inclinó la cabeza a modo de saludo y se colocó su capa de terciopelo por encima de los hombros. Tanto Dáranir como Chelsea hicieron una reverencia antes de que saliera, despidiéndose con la mano de su futuro marido.
Cuando solo quedaron los dos en la habitación ninguno soltó ni una palabra.
La mujer se apresuró hacia la salida, pasando pegada a la pared para que él no pudiera siquiera verle la cara. Notó una presión en su brazo y no alzó la cabeza para comprobar que la estaba agarrando, simplemente se revolvió contra él y consiguió liberarse. Cuando volvió a agarrarla, alzó la cabeza, mirándolo con rabia directamente a los ojos. Increíblemente, tenía los ojos llorosos.

Quizá tú puedas aguantar esto por mucho más, pero yo no.—soltó furiosa.—¡Me haces sentir estúpida!
¡Pero si sabes que yo...!—quiso protestar él.
¿Qué tú me amas a mí?—dijo, empujándolo para alejarlo de ella—¡Pues demuéstralo! ¡No quiero seguir fingiendo!

Dáranir negó rotundamente con la cabeza, frunciendo el entrecejo.

Te matarían.
¡No tengo miedo! ¡¿Por qué tú sí?!
¡Por que yo no puedo permitirme perderte, Chelsea!—contestó él, intentando no gritar.
Sí. Y te funciona muy bien eso de estar con dos mujeres a la vez. ¡Siempre hablando del... honor y la lealtad de los Guardianes! ¡Hipócrita!—fue su última palabra, ya que abrió al puerta y la volvió a cerrar de un portazo.



                                                                           ***


<<Sois seis ahora, pero antaño...>> <<...sangre pura...>> <<Hubo una reina...>>

Llegó un momento en el que tuvo que taparse los oídos.
Las voces le llegaban de todas partes e iban directamente a su cerebro, como pinchazos de alerta. Alguien había estado hablando en demoníaco no hacía mucho, ni muy lejos, y el rastro del idioma infernal había quedado suspendido en el aire.
Recibía las frases de forma entrecortada, aunque era fácil captar el significado esencial.

<<...un príncipe de los demonios...>> <<...mil almas...>> <<...que derrote al antiguo...>>

Las encías comenzaban a sangrarle de nuevo en un mismo día. Solo habían pasado unas horas...¿por qué estaban saliéndole los colmillos?
Poniendo todo su cuerpo en alerta corrió sin hacer ruido hasta el río y se tiró en la hierba de rodillas, mirando su reflejo. En efecto, ya le habían salido los afilados dientes y su piel estaba más oscura de lo habitual, al igual que sus ojos.
Tapándose con el borde de la gabardina la boca corrió pensando en cómo iba a solucionar su “pequeño problema”, hasta llegar sin haberlo previsto hasta el carruaje, donde supuso que no habría nadie y abrió la puerta.
Y menos mal que se paró a mirar.
Porque dentro estaban durmiendo plácidamente Scarlett y María, con esta última agarrándose al brazo de la otra muchacha como si fuera un oso de peluche, con la cabeza apoyada en su hombro.
Se metió en el carruaje rezando para que la transformación se parara de un momento a otro y no continuara. Al ver la expresión tan pacífica de ambas dormidas, un placentero sentimiento de protegerlas rugió en el interior de Kira. Se acercó a Scarlett, sin llegar a levantarse del todo porque su cabeza chocaría contra el techo y enarcó una ceja.
Rápidamente sintió ganas de actuar sin pensar y con una sonrisa absolutamente desvergonzada se inclinó sobre ella y le plantó un breve beso en los labios, separándose inmediatamente al darse cuenta de que la había besado estando medio transformado.
Se sentía tan extraño. Era como su mitad de demonio se estuviera apoderando de la otra, se notaba más seguro de sí mismo que nunca, como si pudiera hacer cualquier cosa. Soltó una pequeña carcajada de satisfacción y salió del carruaje sin preocuparle que nadie pudiera verle ya.
Su sonrisa -ahora casi cruel a causa de los colmillos- se ensanchó al encontrarse nada más salir con la cara de sorpresa de Julian DuFrain.

¿Qué hacías ahí, híbrido?—preguntó cruzándose de brazos.

Por motivos inexplicables su pregunta le resultó tremendamente divertida.

Besaba a una chica por la que me siento bastante atraído. Ya sabes, esa pelirroja que es de mi propiedad y a la si pones un dedo encima te mataré.—dijo con jovialidad un Kira sin ningún sentido común. Una vocecilla en su interior, muy, muy lejana, se preguntaba qué estaba haciendo exactamente, pero al Kira que estaba fuera le importaba un pimiento, así que cogió a la vocecita y la estranguló.

Por supuesto, Julian se cabreó.

¡¿CÓMO?! ¡¿QUÉ HAS DICHO DE SCARLETT?!—gritó, alzando ambas cejas. Ya se le estaba marcando la vena del cuello. Vaya...si que estaba enfadado—¡No te atrevas a amenazarme, maldito engendro! Si alguien muere de los dos, ten por seguro que serás...

Kira no lo dejó terminar. Un recuerdo había llegado de forma repentina a su mente.

¡Tienes razón!—dijo de repente.
¿Qué?—preguntó Julian, que lo señalaba con un dedo acusador y quedó plantado en el sitio, desconcertado.
¡Ahora lo recuerdo! Tú...—sonrió macabramente, mostrando los colmillos y Julian dio un paso atrás, soltando una maldición—intentaste matarme antes, ¿verdad? Oh, sí, no lo niegues, seguro que estás muy orgulloso...

El Elementar asintió sin decir una palabra; no apartaba la vista de los colmillos.

Supongo que quieres jugar a eso, ¿a que sí? Seguro que alguien te hizo creer que yo no iba a vengarme...¿soy más rencoroso de lo que pensabas, humano? Tranquilo, te puedo asegurar que esto te va a doler.—dijo disfrutando de cada palabra y se dispuso a atacarle...

...aunque nunca llegó a conseguirlo, ya que sin más, como un interruptor, cayó al suelo, perdiendo la conciencia.




Cuando volvió a levantarse la luz del día lo impactó momentáneamente y tuvo que cerrar los ojos.
A su lado derecho estaba Scarlett, agarrándolo de la mano casi con fuerza excesiva sin motivo aparente, que no se había dado cuenta de que este estaba despierto ya que miraba por la ventana de lo que parecía ser la carroza en movimiento. Al lado izquierdo estaba Dáranir, con cara de preocupación y el ceño muy fruncido, como si estuviera cavilando sobre un tema demasiado complicado.
Justo en frente, Julian, que lo miraba a los ojos con los brazos cruzados y un libro enorme a su lado, donde se podía leer el título: Vampiros, brujos y demonios, cómo identificarlos y acabar con ellos
Y en medio de todo eso estaba Kira, confundido y sin saber qué diablos había hecho desde que miró su reflejo en el río.
Alguien tendría que explicarle muchas cosas...