Chispas en la hoguera

domingo, 3 de febrero de 2013

Capítulo 15: Évein



Nota de la autora ~> ¡Sí que he tardado, sí! Aunque creo que ya estáis acostumbrados/as, pobres. 

Hoy vengo a hacer publicidad del blog de mi queridísima prima, al que estáis más que invitados a entrar:
¡No puedo estar callada! Clickad, malditos Es nueva en esto de Blogger y va a dedicar el blog a hacer recomendaciones de libros, películas, canciones...tiene un gusto bastante interesante, así que os lo recomiendo. Y es una rana. Literalmente. [Fin de la publicidad] 
¡Disfrutad del capítulo (que es laaargo) y si no es mucho pedir ya, dejadme un comentario, por favor! *w*


Al hacer el viaje a pie, Gales tuvo que pararse a descansar y tomar aliento varias veces, a pesar de que la dirección de la aldea que le habían indicado no estaba muy lejos del punto de partida.
Llegó junto al crepúsculo a la desolada aldea, ahora un conjunto de madera quemada y cenizas. Había una marca negruzca en el suelo en forma de un círculo imperfecto, la cual dejaba constancia de que alguien había quemado allí una pila de cadáveres. Quien lo hizo se había tomado la molestia de clavar una pequeña lápida en honor a los difuntos.
Su temor comenzó a incrementarse por momentos. Si los dos ancianos que lo atendieron estaban el lo cierto, no habría esperanza de encontrar supervivientes y la joven había dicho que la última mujer a la que atacó el supuesto monstruo era una muchacha pelirroja. Pero pelirrojas había muchas en el Submundo, aunque...
<<Se rumorea de su aspecto, que tiene los ojos azules como el hielo, capaces de petrificarte y el cabello negro como la noche y los cuervos. Aparenta ser un apuesto muchacho, pero en realidad es...>> la chica nunca había llegado a terminar la frase, pero a Gales no le hacía falta.
Un demonio.
Le había dado una descripción exacta de Kira Madness, el único demonio en el que confiaba. Pues muchos años atrás le había salvado la vida y hecho una promesa, por lo que estaría en deuda con él hasta que pudiera devolver el favor. No se podía creer, ni se le pasaba por la mente, que su viejo amigo fuera el culpable de tal crimen como el que presenciaba, y mucho menos que hubiera atacado a Scarlett Chevalier.
Cada vez se sentía más cerca de la muchacha, pero también más cerca del borde del abismo. A esas alturas, el Demonio debía haber notado su huida y estaría removiendo cielo y tierra para encontrarlo. Aún seguía sin creerse que después de once años encerrado en el Inframundo hubiera conseguido salir con tanta facilidad...era excesivamente perfecto.
Rebuscó en la vieja armadura que le habían prestado los sicarios con los que había compartido el viaje en barco y sacó un pequeño cuchillo dañado por el paso del tiempo. Se aproximó al poste de madera donde se apoyaba la lápida y dibujó dos marcas con forma de ondas marinas.
Al acabar, volvió a guardar el cuchillo. Oía el repiqueteo de un riachuelo cerca, así que se enderezó con intención de ponerse en camino hacia él: llevaba días sin acicalarse ni un mínimo, empezaba a oler y se moría de sed.
En el instante en que se puso de pie, el filo del acero le acarició el cuello por detrás y una voz habló.
Por fin te encontramos, Elementar del Agua.
Gales se giró lentamente, cauteloso y sin hacer movimientos bruscos para poder ver a quién lo había descubierto. Siete jinetes encapuchados. Uno de ellos avanzó por delante del resto y dio órdenes, sin descubrirse el rostro.
Vendadle los ojos y amordazadle. Nos lo llevamos—el joven dirigió su vista hacia el río, pero sus intenciones eran demasiado claras—Yo de ti ni lo intentaría, está muy lejos, mi espada será más rápida. Pero es un consejo, claro.

                                                                 ***

Scarlett tuvo que morderse la lengua cuando la curandera le echó el unguento sobre la piel. Removió en círculos con poco cuidado, haciendo incapié en el corte más hondo. Al ver las muecas que hacía la chica en silencio, paró un momento y la miró.
¿Os duele mucho?
Oh, no, no, continuad, por favor—murmuró la paciente.
Esto es lo que ocurre cuando obligan a una dama a luchar, vaya desfachatez—gruñó la buena señora, siendo más suave con las manos—Cuando yo era joven jamás habría pasado tal cosa, los hombres tenían claro que nosotras debíamos estar protegidas en casa, es su deber guardar el reino. Vaya desfachatez.
Scarlett no pudo evitar responder con una pequeña sonrisa ante los pensamientos de la señora y aunque en un principio había pensado que no responder nada sería la mejor opción, tuvo que comentar en un susurro lo que se le estaba pasando por la cabeza.
Tal vez yo no sea una dama.
Para su sorpresa, la curandera a pesar de su edad tenía muy buen oído y la escuchó. Acabó de hacerle las curas y guardó las cremas y unguentos en un bonito cofre.
Pertenecéis a la dinastía de los Chevalier, mi señora, por supuesto que sois una dama.
Dicho esto se fue tan dignamente, dejando a Scarlett cavilando sobre su familia. Pues desde el descubrimiento de que la reina de Arkiria, Vitorea, era su madrina, sus ansias por saber más y más acerca de su pasado no habían hecho más que aumentar. Allí, tan alejada de donde había estado su antiguo hogar, poca información podía conseguir, pero aún así, sus hallazgos no fueron pocos o sin importancia. Por ahora ya sabía que el miembro más importante de su familia había sido su abuela materna, Selendre, la cual antes de morir era Elementar del Fuego y Guardiana. Nada más saber de esto, quiso conocer el motivo de su importancia y su ruego se cumplió: fue la primera mujer que entró en la Guardia. Su padre, Jeffro, también había sido Guardián e incluso pudo ver una preciosa ilustración de él con su madre, Rouna, en la biblioteca de la Casa Gris. La reina le había hablado de sus dos hermanos, Aiden, el mayor y Minna, la pequeña, lo cual la convertía en la mediana. También estaba su abuelo paterno Durius del cual había heredado el carácter, según dijo.
Así fue como la encontró, perdida en sus pensamientos, la dama de cabellera rubia que entró sigilosa como una gata hasta llegar al borde inferior de su cama.
Soñando despierta, para variar...—suspiró Larissa jugando con un frasquito violeta de forma cilíndrica en sus manos.
Scarlett se fijó en el objeto antes que en la persona y contestó con voz neutral.
¿Qué haces aquí?
Lamer tus heridas y curarte los rasguños, querida—le tendió el frasco—Te he traído algo, es medicina, para tu pierna.
La muchacha observó el curioso recipiente con desconfianza, sin aceptarlo.
¿Y por qué extraña casualidad piensas que cogería algo que tú me dieses?—alzó la mirada e intentó fulminarla, sin efecto, pues los ojos color miel de la ninfa ni pestañeaban y mantenerle la mirada a alguien tan bello como peligroso era imposible—Claro, ya sé. Al tener la certeza de que quieres separarme de cualquier Guardián o humano que te parezca mínimamente indecente, debería tomar una sustancia que desconozco. Sabiendo también que si no consigo recuperarme para la siguiente prueba y me descalifican, te haré la mujer más feliz del mundo. Vaya. Cuántos puntos a tu favor.
Larissa seguía manteniendo el temple tranquilo y la sonrisa peligrosa, pero por dentro se encontraba paralizada ante la agresividad con la que la había atacado su amiga. No esperaba que hubiera confiado ciegamente en ella, mas al menos un poco de timidez o de nostalgia hacia su amistad en los ojos. Nada. Tenía delante a una joven Guardiana desconfiada y violenta. Casi se le escapó una mueca de decepción.
Yo nunca te daría algo que pudiera hacerte daño—sentenció, seria y firme—No soy un monstruo.
Las palabras parecieron marcar huella en Scarlett, pues la tensión de sus hombros disminuyó y se la vio un tanto más relajada.
Nunca he dicho que lo seas—contestó—¿Y cómo es que has conseguido esa medicina? Ya están haciendo todo lo que pueden, no creo que vaya a ayudar mucho.
Ayudará—aseguró Larissa, quitándole el tapón de corcho—Porque tiene algo de lo que carecen en este reino. Magia.
Eso no responde a mi pregunta. ¿Cómo la has conseguido?
Larissa pronto comprendió que sí deseaba un poco de participación por su parte, debería contestarle la duda.
Conozco a un mago, y bueno, ya sabes, estaría más que dispuesto a satisfacer cualquiera de mis deseos solo por poder verme en persona—no había arrogancia en sus palabras, solo un tono de astucia escondido—Yo he cumplido. Es tu turno.
Esperó hasta que la muchacha de cabello escarlata hizo un leve gesto de afirmación. La ninfa se dispuso a echarle el líquido en la pierna, tan solo un par de gotas. Un curioso humo púrpura comenzó a levitar por encima de donde se había vertido la pócima, llegando casi hasta el techo y disolviéndose. Apestaba.
Funciona mejor de lo que huele—aseguró Larissa, sonriendo victoriosa. Su expresión fue variando al notar que ya no tenía ninguna excusa más para seguir allí—Tal vez es hora de que me vaya.
Tal vez—coincidió Scarlett.
Parecía decepcionada de que no le hubiera pedido que se quedase más tiempo con ella, pero cerró el recipiente de la pócima curativa y se marchó, no sin antes echar un último vistazo para comprobar con pesar que Scarlett ya no se fijaba en ella; volvía a estar sumida en sus cavilaciones.
Solo cuando se hubo marchado por completo, Scarlett fue capaz de suspirar con libertad. Quizás había sido muy fría con quien en algún momento fue su mejor amiga, sin embargo, no podía perdonar aún la forma en la que los había tratado y como intentaba manipular a todo el mundo. Cuando ella le demostrara que de verdad había cambiado, entonces y solo entonces, la perdonaría. Y sabía que iba a costar, pues Larissa podía ser muy testaruda, pero Scarlett también.
La segunda persona aquel día que la encontró pensativa mirando a las musarañas fue la criada que se encargaba especialmente de las habitaciones. Como le habían hecho las curas en el dormitorio de María y suyo, al ir a recoger los montones de ropa que la pequeña rubia había desperdigado por todas partes -algo bastante habitual en ella- vio a Scarlett y por consiguiente, la herida. Sin caber en su asombro, dio una palmada de alegría y se acercó correteando como una niña con zapatos nuevos.
¡Milady, mirad vuestra pierna! Seré yo mas parece que esté casi curada en su totalidad. ¿Cómo os encontráis?
Scarlett se encontraba mejor, mucho mejor y eso que apenas había pasado una hora desde su encuentro con Larissa. Sonrió ante la alegría de la sirvienta, cuyo nombre no lograba recordar.
Estoy bien, el dolor ha menguado bastante, creo que puedo caminar.
Se arrepentiría de haber dicho eso instantes después.
¡Magnífico! ¡Esto es un milagro! ¡Podréis ir al teatro nocturno de esta noche, pues! Informaré ahora mismo al capitán Ahelod—dijo la muchacha, apenas unos años más joven que ella.
No creo que sea...—intentó disculparse Scarlett.
¡Oh, cómo me gustaría a mí asisitir...!—de repente, se tapó la boca como si haber dicho aquello fuera un pecado y murmuró unas disculpas en bajo, antes de seguir recogiendo.
Scarlett gruñó cruzándose de brazos y fue escurriéndose poco a poco entre las sábanas hasta quedar con la cara medio tapada por ellas. En realidad no quería ir a esa obra. Sabía que era el festejo para los aspirantes a Guardián que habían superado la primera prueba, pero aunque pensar en poder ir al teatro por primera vez en su vida, teniendo en cuenta lo divertido que parecía ser, era una oferta muy tentadora, casi toda la velada serían meras conversaciones entre altos cargos sobre política y cotilleos, una sarta de cumplidos donde se esconderían los verdaderos pensamientos. A Scarlett le gustaban las fiestas. No hacía mucho, cuando vivía en la granja, bajaba todos los años, el veintiuno de junio, escondida con su amiga ente para presenciar los bailes exóticos y malabares mágicos que ocurrían en las calles de Ozirian infestadas de brujas, elfos, fuegos fatuos y demás entidades misteriosas. Era un espectáculo precioso, hasta que llegaban los soldados del rey e imponían el orden, mandando a todos a sus casas.
No obstante, había conocido como eran las fiestas entre los humanos nobles; mucho más aburridas, todo se basaba en el protocolo y la rectitud. Una sola palabra podía ofender a cualquiera y debías cuidar tus gestos si no querías parecer descarado.
Para su fastidio, hubo una tercera persona en lo que llevaba de tarde que interrumpió sus pensamientos.
María entró como un feliz torbellino rebosante de energía. Tenía un vestido perfectamente doblado enganchado al brazo, el cual extendió en su cama con cuidado. Lo miró como quien mira a su hijo recién nacido y luego se giró hacia Scarlett.
¿No es precioso? No hace falta que contestes, sé que te abruma su belleza—suspiró con placer—Me lo voy a poner para esta noche, ya lo he probado, realmente. Cinco veces. Quizá seis. ¿Qué importa? ¡Nunca me canso de verme con él! ¡Y tú, mi descuidada y herida amiga! ¿Qué vas a llevar?
A Scarlett le importaba bien poco lo que iba a llevar, así que lo único que consiguió fue un encogimiento de hombros.
María elevó los ojos al cielo.
Eres incorregible. Por el dios Ignis que hoy te pones algo decente, aunque tenga que robárselo a alguna condesa. ¿A qué viene esa cara?—la muchacha estaba impaciente—¡Recuerda el baile de hace casi dos meses! ¡Estabas preciosa y te encantaba! No creo que Julian te invite a ir con él si no pones algo de tu parte.
Lo último que dijo provocó que Scarlett diera un bote en la cama y sus mejillas se encendieran. Observó a María, que la miraba triunfante por fin de haber conseguido su atención.
¿Hay que ir con pareja?—preguntó Scarlett, tragando saliva.
Por supuesto—contestó ella, como si fuera lo más obvio del mundo—Aunque no te recomiendo que vayas con ese patán, le he enseñado mi precioso vestido y ha dicho que en mí lucirá como un trapo. ¿Te lo crees? Menudo idiota.
Scarlett rió y se levantó con cuidado, para ir a ver la tan preciada prenda de su amiga. Era un vestido dorado, largo hasta los pies y con algo de cola, solo con una manga en diagonal sobre el hombro izquierdo. Era muy bonito.
Vas a ser toda una princesa—la alagó Scarlett sabiendo que eso era lo que más quería oír.
¿En serio lo crees?—María la abrazó repentinamente, emocionada—¡Ya lo sé! ¡Esperemos que el príncipe Rickard piense igual!
Scarlett empezó a revolver en su armario a regañadientes, no disfrutando para nada de la tarea de encontrar una prenda medianamente elegante y escuchó la charla incansable de María sobre su maravilloso príncipe y su maravilloso vestido.
Una cansada hora después, Scarlett salió habiendo sido derrotada por su armario y comprobó que la medicina había hecho un efecto increíble, pues podía caminar casi sin problemas, aunque cojeando ligeramente y notando algo de dolor.
Solo al recordar el suplicio que fueron las primeras horas con la herida sin cicatrizar, se sentía algo culpable al no haberselo agradecido a Larissa. Había sido un tanto descortés por su parte. Se prometió a sí misma que esa noche haría algo útil y encontraría a Lidia Jowell para darle las gracias, aunque nada más.
Iba en bata y camisón, atrayendo las indignadas miradas de quienes se cruzaba, pero le dio igual. Quería llegar hasta los dormitorios de las criadas y hablar con ellas a ver si podían encontrar un vestido cualquiera. Los pocos que tenía ella eran adeacuados para un día de campo, no para una obra de teatro.
Cuando casi iba a llegar a su destino, chocó violentamente contra una pila de libros viviente que cruzaba una esquina a toda prisa. Cayeron ambos al suelo y la pila de libros empezó a protestar y gritar que tuviera más cuidado.
¡Contigo quería hablar!—se alegró Scarlett, en un intento frustrado de levantarse, pues la pierna le fallaba—¿Un poco de ayuda, señor gruñón?
¿Scarlett?—preguntó un sorprendido Julian, quien al acto fue rápido a socorrerla. Pareció que se le contagiaba la alegría a él tambien, pero poco duró hasta que puso una cara amarga—Mira por donde vas, siempre igual.
Simulaba enojado por algo.
Scarlett cogió aire y comenzó su batalla contra el titubeo y la timidez.
Esta noche tenemos que ir al teatro—fueron sus primeras palabras. Lo miró, no a los ojos, porque no sería capaz de aguantarle la mirada, si no a un punto inconcreto de la cara. Y cada vez parecía más enfadado—M-me han dicho que es obligatorio ir...acompañado.
Ya—fue la seca respuesta que recibió.
Y me preguntaba si...ya que no pareces dispuesto a pedirlo tú....—esto último lo murmuró muy, muy bajo—si...querrías ir conmigo.
Como si fuera la gota que colmó el vaso, el Elementar soltó un bufido indignado y se agachó para recoger los libros que todavía quedaban esparcidos en el suelo, ignorándola. Scarlett esperó pacientemente hasta que se levantó y la encaró.
Deja de burlarte.
Y con esas palabras la dejó ahí plantada, perpleja y sin entender de la historia la mitad.
Lo atribuyó a los repentinos cambios de humor de Julian y continuó su camino hacia las habitaciones de las sirvientas. En cada una dormían cuatro o cinco y eran bastante más pequeñas que la suya, donde solo estaban ella y María. Básicamente todo era pequeño y sombrío allí: las camas, con finas mantas grises que poco debían resguardar del frío, las mesillas, estrechas, con la madera carcomida y un solo cajón, cuando lo tenían. No había cuadros, ni un balcón, por lo que la única luz que iluminaba la estancia era la que provenía de los candelabros.
Scarlett se dio cuenta de que estaba cotilleando cuando una mujer inclinó la cabeza hacia ella a modo de saludo. Era la única que se encontraba en el dormitorio, las demás estarían trabajando, pensó.
Su petición fue antendida con amabilidad, pero Scarlett estaba bastante segura de que la señora quería que se fuera más pronto que tarde, así que tras asegurarse de que le encontrarían un vestido para esa noche (a su pesar), se esfumó sin perder más tiempo.
Iba de camino a su propia habitación cuando se encontró con el príncipe e inmediatamente hizo una reverencia, la cual quedó un poco torpe debido a que aún no podía mover bien la pierna.
El príncipe lo encontró divertido.
Os curáis con rapidez. Espero veros esta noche.
Scarlett estaba pensando en una contestación educada cuando se le adelantó, interrumpiéndola.
Si no tenéis pareja, aunque tengo la seguridad de que os deben caer las peticiones del cielo, estaría honrado de que fuérais mi acompañante—dijo con una sonrisa cordial.
Scarlett dudaba entre reírse por lo errado que estaba el príncipe o asustarse por tan tremenda sorpresa. Su boca decidió hacer las dos cosas a la vez y emitió una especie de gruñido raro en el que casi se atraganta. Tosió ruborizada, aún sin quitarse la sensación de que iba a ahogarse.
Sería un gran honor, Alteza, pero...—buscó por una excusa—me temo que aún no estoy recuperada del todo, me han aconsejado que guarde reposo.
<<Hasta suena convincente y todo>> pensó, maravillada.
El primogénito del rey pareció defraudado.
Oh...de acuerdo, la salud es lo primero. Qué lástima.
Sí, sí, una lástima...


Feliz por la previsión de que no podría ir a la fiesta, Scarlett se pasó lo que quedaba de tarde recolectando información sobre demonios en la biblioteca del castillo. Desde que empezaron la búsqueda, poco habían encontrado y cada vez estaban todos más impacientes y cansados; la fe de los reyes en ellos se estaba desmoronando...
Las escuetas descripciones que venían en los libros no servían de mucho y Kira, el único que podría tener información valiosa de cómo combatir a los de su especie o evitarlos, parecía reacio a ayudar. Scarlett no sabía si era porque se veía a sí mismo en peligro o porque le quedaba algo de lealtad hacia su hermano. Esperaba que fuera la primera.
Las campanadas que dictaban el comienzo de la obra sonaron por todas las inmediaciones del edificio alertando a los invitados. Scarlett se escondió tras una estantería esperando a que la avalancha de criados nerviosos y nobles empavonados entraran en la sala. Sonrió con malicia, como un niño que comete una travesura hasta que oyó la puerta abrirse y la mujer a la que le había pedido el vestido apareció ante ella. Perlas de sudor brillaban en su frente y tenía la mayor parte de sus rizos oscuros colgando de lo que en algún momento fue un moño perfecto. Al verla pareció muy aliviada.
Gracias a los dioses que la encuentro, mi señorasuspiró con pesarLlevo toda la tarde buscando un vestido decente para vos y por fin lo he encontrado. Siento la tardanza. ¿Estáis aquí escondida para que nadie os vea así vestida?
Scarlett agachó la cabeza, entre fastidiada y avergonzada por haberle hecho pasar tantos trabajos. Resignada, cogió el vestido de terciopelo esmeralda que le tendía y se lo agradeció debidamente.
Subió a la habitación y se lo puso. No le quedaba mal, aunque tampoco bien. Era demasiado ajustado y tenía demasiado escote para su gusto. Ignoró el corpiño que había colgado en el pomo de su armario y los delicados e incómodos zapatos frente a la puerta. Como la falda del vestido le llagaba hasta el suelo, decidió hacer trampas y dejarse puesta sus cómodas botas. Su pierna no estaba como para soportar tacones.
El teatro era un edificio anexionado con el castillo, fácil de reconocer, sobre todo esa noche, por su gran entrada dorada abarrotada de lacayos corriendo de un lado a otro, colocando abrigos, facilitando bebidas y aperitivos... Hacía un tiempo agradable, ni frío ni calor, sino la temperatura constante típica de los comienzos de la primavera.
Cuando Scarlett llegó, ya había entrado todo el público.
Reconoció una cara familiar y se acercó a ella, quien la paró con seriedad.
Vienes un poco tardela regañó¿Dónde está Julian?
Scarlett se encogió de hombros. Ella no tenía por qué saber aquello, ¿no?
Supongo que ya habrá entrado.
¿No es tu pareja?preguntó Chelsea con el asombro brillando en sus ojos castaños.
A Scarlett se le encendieron las mejillas, con algo de verguenza y algo de irritación.
No, no tengo acompañantede repente, la situación se le asemejó perfectaCreo que no podré entrar. Volveré y...
Eso no es necesariocontestó Chelsea señalando a alguien detrás de ella. Lo peor era que creía estar haciéndole un favorSeguro que Dáranir está encantado de entrar contigo.
El aludido, perfectamente peinado, con un hermoso jubón granate y más atractivo de lo que Scarlett lo hubiera visto nunca, sonrió con confianza y le prestó su brazo para que lo cogiera. La muchacha se arrepintió de no haberse acicalado con más conciencia y aceptó el brazo de su capitán, estrechándolo con suavidad.
Antes de entrar, le susurró a Chelsea que cuidaría de él y esta, visiblemente abochornada, pero aliviada, asintió.
Entraron en silencio al salón, donde la actuación ya había comenzado. Las luces se mantenían apagadas, excepto las del escenario y los sitios semejaban estar al completo. Le preguntó a Dáranir dónde se sentarían, pero este guardó silencio conduciéndola por unas escaleras de caracol hasta la segunda planta.
Pararon delante de la entrada del tercer palco, oculto su interior por una cortina roja.
Creí que aquí solo podía estar la realeza...conjeturó Scarlett, curiosa.
Creías bien. Tengo que reunirme con el rey ahora, pero volveré cuando acabe la obra. Aguanta hasta entoncesle dio una palmadita cariñosa en la cabeza y antes de marcharse, la miró con ojos culpablesSiento que tuvieras que venir forzada.
Scarlett no quería que se fuera, mas no podía hacer otra cosa que entrar en el palco. Así que separó la cortina y quedó sorprendida al ver que solo había dos asientos, uno de ellos ya ocupado.
El príncipe Rickard giró la cabeza con un movimiento elegante y la invitó a sentarse a su lado, para luego volver a clavar sus ojos aceitunados en la representación.
Scarlett obedeció, pues no tenía otro remedio y se sentó en una butaca que resultó ser increíblemente cómoda. Tenía unos gemelos de oro a su izquierda. Los cogió y fingió un gran interés en la obra para no tener que empezar una conversación con él. Buscó a Julian y a María durante un rato hasta que los encontró bastante más abajo y con la pequeña rubita también buscando a alguien desesperada con sus gemelos entre los palcos superiores.
Sin embargo, el príncipe sí quería hablar.
Te preguntarás por qué estás aquíaseguró, sin perder detalle del acto. Al ver que ella no respondía, continuóHice una excepción contigo, a pesar de que no seas de la realeza, porque quiero hacerte saber algo.
¿Y qué es, su Majestad?dijo Scarlett, pues pensó que era lo más correcto.
Tengo intención de verte ganar las tres pruebas. Y no solo yo, si no todos los jueces, según tengo entendido.
Eso atrajo la atención de Scarlett, que encaró al príncipe algo incómoda. Era más fácil de lo que había imaginado mantenerle la mirada. Comparado con los enfados de Julian o las transformaciones de Kira, un príncipe que miraba al resto por encima del hombro parecía un cachorro.
Mejor iré directo al grano: tanto yo, como mi padre, el rey, como todo Regardezt, estaría dispuesto a asegurar, queremos que al finalizar las pruebas jures lealtad a nuestro reinodijo.
Scarlett estaba algo confusa.
Pero yo soy Guardiana de Ozirian...
Tú no eres Guardiana de nada, aúnla respuesta fue tajante y obligó a Scarlett a mantenerse calladaHasta que hagas el juramento, solo eres una aspirante, igual que los demás. Veo que no entiendes mi propósito. Pareces una chica estudiosa, así que dime, ¿conoces el motivo por el que en vez de un reino hay cuatro?
Para que el poder no se concentre en un solo monarcacontestó ella con seguridad.
Bien, bien. ¿Y sabes también cuando se han juntado dos Elementar antes?
Scarlett lo pensó durante unos segundos antes de responder.
Tengo entendido que en mi familia mi abuela y mi padre eran ambos Elementar.
Tu abuela sí, pero tu padre nodeclaró el príncipeNunca antes, Scarlett. Esta es la primera vez que se encuentran a dos Elementar en los cuatro reinos. La primera vez que se une tal poder. Julian decidió que juraría lealtad a Ozirian, a pesar de haber nacido en Narendil, supongo que porque vivió en ese reino ente gran parte de su vida. ¿Y tú pretendes servir a Ozirian también? ¿Te das cuenta de que se rompería el equilibrio que con tanto esfuerzo hemos tratado de mantener?
Yo también viví en Ozirian y el capitán Ahelod y los suyos me acogieron con total amabilidad y altruismo antes de saber sobre mi poder. Es el único reino al que le debo lealtad y si tuviera que elegir otro, sería Arkiria, mi país natal, no Regardezt.
Fue tan franca y contundente que tuvo miedo por un instante de que el príncipe se ofendiera. Pero el joven no se enojó, lo único que cambió en su expresión fue la ligera marca del ceño fruncido que apareció y la mirada, tal vez más dura.
Lo que llevas en el hombro y tu medallón son marcas de Guardián. Dáranir Ahelod las vio, por eso te recogió, no hay tales motivos altruistas de los que hablas. Los principios de la comunidad impiden a un Guardián abandonar a otro. Fue deber, nada más. Es menester que lo recuerdesse colocó el cabello en un gesto vanidoso y continuó hablandoTambién si eligieras a Arkiria habría un desequilibrio, pues los reinos de entes tendrían más potestad que los humanos, algo totalmente ilógico y ridículo. Tu elección está entre Narendil y Regardezt. Y creo que no eres del agrado de la reina Cala, mi señora.
Las últimas palabras fueron irónicas y Scarlett lo notó.
No os debo nada, ni a vos, ni a vuestro padre, ni a la reina Cala. No penséis que podéis obligarme a tomar una decisión que no desee. Mi lealtad no se consigue con amenazas, ni advertencias y mucho menos con coacción. Es menester que lo recordéishabló, sincera y sin apartarle la mirada.
Eso no pareció gustarle al sucesor al trono.
No confundáis el orgullo con la arroganciala avisó, con tono sombrío.
Ni vos el empeño con la pretensiónfue la contundente respuesta.
Pensad en mi propuestadijo el príncipe Rickard, tras unos segundos de tenso silencioY disfrutad de la obra, estoy seguro de que será de vuestro agrado.
Salió del palco, dejándola sola.
La obra no fue de su agrado, para nada. La trama se basaba en un equipo de Guardianes que se dedicaban a matar a todo ente que encontraban a su paso, así protegiendo, supuestamente, a la población. También había princesas y algún que otro dragón, pero Scarlett comprendió el verdadero fondo de la historia. Estaban haciendo ver al público de un reino en el que no existían los entes, que más allá del Muro, los Guardianes trataban como escoria a la raza no-humana. Fue entonces cuando Scarlett empezó a preguntarse si el rey Tulio y la reina Vitorea mantenían oculta la verdad a los otros dos o le habían estado mostrando una falsa realidad durante todo ese tiempo.
La función terminó y los espectatores se levantaron de sus asientos, dando pie a una marabunta de gente riendo y comentado sobre los actores o las mejores escenas. Scarlett tenía intención de salir lo más deprisa posible de allí, pero notó un horrible tirón en la herida de la pierna y tuvo que parar a descansar en un banco de la recepción del teatro.
No paraba de darle vuestas a la conversación que acababa de tener, cuando aparecieron María y Julian, la primera con aspecto deprimido, pero hermosa y el segundo enfadado.
Los saludó con la mano para que la vieran. Estos se acercaron y Scarlett preguntó alarmada qué le ocurría a María.
¿Acaso te importa?gruñó Julian. Scarlett asintió, ignorando las malas pulgas del chico, a las que ya estaba acostumbradaPues quizá deberías tener en consideración a tus amigas antes de lanzarte al cuello del primer miembro de la familia real que encuentres.
La muchacha pelirroja lo entendió de pronto.
Oh, no...así que era a él a quien buscabas...Scarlett negó varias veces con la cabeza¡No es lo que piensas! Intenté librarme del príncipe, pero era imposible, quería...
No hace falta que me restriegues lo mucho que quería ir contigomurmuró María, dolida.
¡Pero no era eso lo que iba a decirte!Scarlett quiso explicarle de que habían hablado y de que no tenía que ver con nada personal, pero María giró la cabeza, molesta¡Y estás guapísima! Tenías razón, el vestido dorado es precioso.
Scarlett no mentía. María parecía mucho más mayor y la seda dorada le quedaba a la perfección. Tenía un recogido de cintas de oro que la hacían similar a una diosa de otra época y hasta estaba más alta con los zapatos.
¡Al parecer no tanto como tú!saltó, mirándola con sus grandes ojos grises lagrimeandoDa igual, me voy a la cama...
Scarlett le gritó que lo sentía y que la dejara explicarse, pero la chiquilla estaba tan apesadumbrada y furibunda que no la escuchó, cruzó la entrada y se marchó corriendo. La Elementar del Fuego ocultó la cabeza entre las manos, sintiéndose culpable.
Es una niñita tonta y llorona, pero su encaprichamiento con el príncipe le ha golpeado fuerte. No tenías por qué hacerle eso, sabías que le gustabala acusó Julian.
Scarlett alzó la vista, iracunda. Y golpeó el pecho del chico tres veces, cansada de tantas cosas sin sentido juntas. Cada vez que daba un golpe decía una palabra.
¡Yo...no...quería!Julian la miraba muy enfadado¡Y no me mires así! ¡Ni si quiera quería venir a esta estúpida fiesta, mucho menos con ese pretencioso del príncipe! ¿Por qué crees que te lo pedí a ti?
Estaba alzando mucho la voz y Julian la alzó más aún.
¡Por favor, Scarlett, no mientas! ¡El mismo Rickard me dijo que iba a ir contigo, antes de que tú me pidieras nada!
¿Qué ese tipo hizo qué?se escandalizó Scarlett¡Pero si yo no tenía ni idea!
Julian seguía frunciendo el ceño, mas parecía tremendamente aliviado.
¿Quieres decir que pensaste en mí como primera opción?
Scarlett estaba tan estresada que ni se sonrojó al contestar.
¡Obviamente!
Después de eso, la atmósfera se volvió cálida. Julian tuvo que esforzarse al máximo por reprimir una sonrisa y Scarlett siguió mirando hacia la puerta hasta que decidió que el dolor de la pierna era soportable y que debía ir tras María.
Julian la miró seriamente antes de que se fuera.
Estas cosas no pasarían si estuvieras comprometida con alguien.
Scarlett bufó, opinando que era una tremenda tontería.


Se apresuró hacia su dormitorio, ignorando el dolor de la herida. No obstante, cuando llegó e intentó abrir la puerta, la encontró cerrada. Insistió un poco hasta que se rindió. Se sentó apoyada en ella y le narró a María -la cual suponía que estaba dentro- lo que realmente había sucedido con lujo de detalles. Puso énfasis en lo vanidoso que le había parecido el príncipe y en que la había llamado orgullosa y arrogante. Pidió disculpas varias veces, sin recibir respuesta y empezó a preocuparse. Tras media hora de explicaciones que no conseguían contestación alguna, se levantó pesarosamente y al no poder entrar en su habitación, se fue a dar un paseo a los jardines del castillo.
La luna azul era la protagonista esa noche, mientras que la roja se mantenía oculta. Cruzó los caminos de piedras entre rosales, arrimándose para oler las flores, aunque apenada porque no hubiera tulipanes. De todas formas, desde que en su cumpleaños había visto los tulipanes del Prado Marchito, la segunda maravilla del Submundo, no veía posible que alguna flor pudiera volver a gustarle tanto.
Llegó hasta los estanques de carpas, su lugar favorito. Por la noche tenía un ambiente especial, porque las lunas se reflejaban en el agua y las carpas eran extrañemente cariñosas con cualquiera que se acercara. Ni si quiera parecían un animal salvaje, se dejaban tocar y no se asustaban a menos que hicieras mucho ruido. Caminó por los pequeños puentecillos que había entre cada laguna individual y se paró en uno de ellos, poniéndose en cuclillas para mirar su reflejo en el agua.
Para variar tenía el pelo hecho un desastre. Suspiró y tocó con un dedo el líquido, haciendo círculos y ochos con él para atraer a los peces, que nadaron a toda prisa para ver si les iba a dar algo de comer. Al ver que no tenía nada, se fueron, menos algunas que se quedaron nadando alrededor de su mano.
¿Te has perdido, pelirroja?inquirió una voz conocida cerca de ella.
Hace tiempo...susurró, melancólica.
¿Qué tal la noche?
Scarlett no tenía ganas de hablar, ni de volver a explicarlo todo otra vez.
Fatal.
Comprendo.
Le gustó su respuesta, pues sabía que no seguiría preguntando sobre el tema. Decidió alzar la vista y hablar con él cara a cara. Casi se cae al estanque al verlo con los brazos cubiertos de sangre, que intentaba limpiarse al pantalón. Al notar que estaba siendo analizado con terror, levantó la manos como excusándose.
Antes de que digas nada, la sangre no es mía.
¡Eso no me tranquiliza en absoluto!gritó Scarlett
Kira la miró como si le molestara que estuviera tan intranquila y se encogió de hombros, sonriendo como si estuviera limpio y reluciente. Luego, le tendió una mano a Scarlett.
Ven, te enseñaré a mi víctima.
Sonaba relajado, así que Scarlett acabó por seguirle, pero no agarró la mano, la cual bajó un poco decepcionado. La llevó hasta los establos. Ella no pudo evitar mirarlo de vez en cuando, en parte porque seguía cubierto de sangre de otra persona y cada vez estaba más alarmada. La condujo hasta la cuadra del fondo, donde había un letrero que rezaba: Phuria
Kira abrió el pestillo y la incitó a entrar.
Dentro la yegua estaba tumbada, como abatida, respirando lentamente. Scarlett se precipitó hacia ella.
¿Qué le ocurre? ¿Está enferma?
A modo de respuesta Kira dijo:
Vamos, déjanos ver a tu pequeño. No seas testaruda.
Una curiosa bola de pelo blanco con cuatro delgadas patas salió de detrás de la yegua, mirándolos con unos curiosos ojos negros. Entonces Scarlett se fijó en la paja de la cuadra, ligeramente manchada de sangre y volvió a mirar a Kira. La criaturita pareció enfadarse de que no siguiera observándolo a él y le dio un suave cabezazo como protesta. La chica rió y se dispuso a acariciar encantada su suave pelaje albino.
¿Cómo es posible? Llevo sin ver a Phuria...¿un mes?se sintió un poco mal al darse cuenta de aquello, aunque había estado muy ocupada con los entrenamientos y la yegua estuvo muy bien atendida¡En un mes es...totalmente imposible!
Kira la miraba complacido y se apresuró a limpiarse los restos del líquido escarlata como mejor pudo.
Bueno, verás, este pequeño es un poco...especial.
¿Especial?repitió Scarlett, que no apartaba los ojos del animalEs tan atrevido, qué poco asustadizo. ¿Y quién es el padre si puede saberse?
Había comentado lo último medio a broma, pero Kira tosió y miró a otro lado.
Ecoh.
Scarlett se giró de golpe y lo miró acusadoramente.
¿Cómo?
Ecoh también es un tanto especialcomentó Kira, cambiando de tema, cosa que no le pasó desapercibida a la muchachaAsí será este potro cuando crezca: más fuerte, más rápido y mucho más inteligente que los caballos normales.
¿Y por qué tu caballo tiene esas cualidades?preguntó Scarlett por curiosidad. Siempre había notado algo raro en la bestia, como si fuera algo mucho más peligroso que un simple caballo. Aunque viendo lo cariñoso que era el potrillo de Phuria, no podía creerse que fuera su padre¿Qué harás con este?
El potro, quien demostraba ser realmente inteligente, resopló.
No le gusta que lo llames este. Habrá que ponerle un nombredijo Kira, riendo alegrementeEcoh no nació en el Submundo, me temo. De ahí sus extravagancias. Y yo no haré nada, si quieres puedo cuidarlo al igual que he estado cuidado de Phuria, pero esta criaturita es toda tuya.
Scarlett no sabía que había sido él quien atendía a su yegua, así que le sonrió agradecida. El delgaducho potrillo seguía ingidnado por no tener un nombre, no paraba de resoplar.
Se llamará Éveinlo miró con dulzura¿Te gusta ese nombre?
El potro dejó de resoplar, sosegado y volvió al calor de su madre.
Crece muy rápido, pero envejece muy lentamentela informó KiraTe recomiendo que no dejes que nadie se le acerque si no estás delante.
¿Por qué? Es tan afable...
Esta vez fue Kira el que resopló.
Contigo, pelirroja. Si alguien intenta acariciar a Ecoh sin que esté yo con él, puedes estar segura de que se llevará un mordisco que le arranque media caraaseguró, con cierto orgullo.
¿Y cómo es que a un sujeto tan irritante como tú aún no lo ha intentado aniquilar?dijo Scarlett divertida
Kira soltó una risotada y la observó arqueando una ceja de color azabache.
Porque fui la primera persona a la que vio, supongo, y después de haberlo sacado del vientre de su madre, lo mínimo es que me tenga un poco de respetofingió indignarse¡Además soy su abuelo!
¡No eres su abuelo!se quejó Scarlett, intentando no reírse.
Pasaron un rato entre chanzas y risas, limpiando la cuadra y a Évein. Scarlett acabó por coger prestados unos pantalones y una camisa de un mozo de cuadra con tal de poder librarse del incómodo y apretado vestido. Kira simuló estar muy disgustado con esa decisión. Cuando acabaron, estaban cansados -en realidad solo ella- y se sentaron a la orilla del estanque, habiendo dejado durmiendo a ambos animales. Metieron los pies en el agua y dejaron a las carpas que les hicieran cosquillas entre los dedos.
¿Esto significa que ya no estás enfadada conmigo?consideró Kira mientras salpicaba con el pie a Scarlett sin llegar a mojarla mucho, solo unas gotas.
Ella ponía mala cara cuando le llegaba un poco de agua a la cara, pero luego no podía evitar echarse a reír.
Nunca he estado enfadada contigole comunicó, mirando al cielo nocturnoSolo me decepcionó que no vinieras. Tenías que haber estado allí.
Lo séadmitió élAlgún día podré contarte por qué no fui. Espero que pronto.
Scarlett lo miró, tan seria, que Kira pensó que iba a regañarle, pero esta se agachó rápidamente y lo sapicó con la mano, empapándolo por completo. Rió malévola.
Esto por prometer cosas y no cumplirlas.
Kira, con los ojos muy abiertos y sorprendido de veras, no supo como reaccionar al principio, algo que nunca le sucedía. Poco a poco su gesto de asombro fue convirtiéndose en una sonrisa perversa y sin más dilación, le dio un empujón a la joven, que resbaló y cayó de golpe al agua.
El estanque tenía poca profundidad, así que Scarlett se quedó de rodillas, con los brazos cruzados, mirándolo críticamente y con ganas de pelea. Kira le hizo un gesto de provocación, altanero.
Eso por no estar besándome ahora mismo.
Más quisierasreplicó Scarlett, agarrándolo de improviso por el tobillo y tirándolo con ella al aguaEsto por ser tan presumido.
Kira se sacudió el agua del pelo como un perro, volviendo a mojar a Scarlett, quien soltó un chillido entre risas e intentó escapar de él, pero este la agarró de la camisa y la hizo retroceder, con una tetral cara de estar teniendo demasiada paciencia.
Vas a coger un resfriado.
Scarlett se puso de puntillas para procurar estar a su altura y lo miró desafiante.
No parecía importarte cuando me tiraste.
Ignorándola, la cogió por la cintura y la soltó con delicadeza en el borde del estanque, sacándola del agua.
Deberías irte a la cama, arroparte como una oruga y dormir hasta mañana.
No puedo, mi habitación está cerradadijo Scarlett, bajando los párpados y con la piel de gallina.
Duerme conmigodijo él con total naturalidad.
Scarlett le dio un golpe en el brazo, poniendo los ojos en blanco. Se levantó y escurrió lo mejor que pudo sus ropas, que chorreaban por todas partes.
¿Sabes? Creo que Chelsea está aún despierta y duerme sola en su habitación, seguro que me deja quedarme por una noche...
Se despidió del chico, que la contempló marcharse durante un rato, en silencio.
El graznido de un cuervo lo alertó a mirar hacia arriba. Estaba apoyado en el techo de los establos, mirándolo fijamente, con un diminuto papel atado a una pata. Alzó el brazo y el pájaro voló hasta posarse en él.
Quitó el mensaje y lo leyó:
"Tenemos al Elementar del Agua. Mañana al anochecer"
Kira sonrió y rompió el papel en varios trozos. Una llama azul apareció en la palma de su mano y los devoró.